domingo, 25 de julio de 2021

Javier Guerra: «Me he levantado más fuerte tras perderme los Juegos de Río»

Javier Guerra Polo nació el 10 de noviembre de 1983 en Segovia. Llevaba genes de corredor. Su padre, Paquillo, fue un buen atleta de cross. Le tuve de compañero de equipo y de rival directo en campeonatos de España de campo a través. En 1984, cuando Guerrita apenas tenía un año, Diego García y yo nos concentramos en Segovia para preparar el Europeo de Maratón que se iba a celebrar en Helsinki. Pues bien, todos los domingos invadíamos la finca de sus abuelos para recuperarnos de los 30 kilómetros que recorríamos por el Puerto de Navacerrada con una sabrosa paella que nos dejaba como nuevos. Guerrita, como le llamo familiarmente, correteaba queriendo imitar a su padre, pero nunca hubiera imaginado que llegaría a ser uno de los mejores atletas en campo a través, el mejor maratoniano del momento y ¡olímpico!. —¡Qué recuerdos! Esos domingos en Segovia, esas paellas... —Que quienes luego serían mis referentes deportivos fueran amigos de mi padre, que hubieran estado comiendo con mi familia... Aquellos veranos en la finca de mis abuelos marcaron mi infancia. —2020. Maratón de Sevilla. Tus 2:07.27 me han relegado unos pisos más abajo. ¿Ese día fuiste a por el récord de Julio Rey (2h06:55) o tu objetivo era asegurarte una de las tres plazas que te llevaran a los Juegos? —Sabía que estaba en un gran estado de forma por todos los entrenamientos previos que había realizado. De hecho contraté una liebre personal porque la organización no me garantizaba… Propuse un ritmo de 3.01 para intentar finalizar en 2h07:30 y ahí estuve… Aunque si te soy sincero, hubo momentos en los que veía que podía conseguirlo. Pero había mucho en juego: un título, un récord, los Juegos, y Hamid estaba ahí. Este hecho hizo que a partir del kilómetro 35 nos vigiláramos y el ritmo de carrera decreció considerablemente. Entonces tuve que cambiar la táctica, me decanté por intentar lograr el campeonato. A nivel físico y mental fue una carrera durísima, date cuenta de que a falta de 700 metros íbamos juntos y nunca cedí en mi empeño. —¡Dios mío! Ese duelo que describes me trae unos recuerdos... Abel Antón y yo en el Mundial de Atenas de 1997. Allí se demostró que hasta el rabo todo es toro. ¿Sabes una cosa? Eres un poco envidiosillo. Has hecho el mismo recorrido atlético que yo. Primero cross, más tarde pista y en los últimos años diste el salto al maratón. ¿Qué te ha llevado a eso? —Tú has sido un referente y un modelo a imitar. El hecho de pasarme a la maratón fue porque mi rendimiento en pista no era el deseado, hacía buenos entrenamientos pero luego no los reflejaba en la pista, así que Antonio Serrano me aconsejó que diera el salto a la maratón… Al principio tuve mis dudas pero fue un gran acierto porque he encontrado mi prueba y es donde mejor me siento. —¿Qué crees que ha cambiado en el atletismo desde aquellos años en los que veías correr a tu padre? —Todo se ha profesionalizado. Mi padre nunca dejó de trabajar mientras se dedicaba o practicaba el atletismo. Ahora, a los pequeños detalles le damos mucha importancia. Suelo decir que ahora el entrenamiento es invisible, hay detalles que no se ven y que contribuyen al éxito: alimentación personalizada, planificación de los entrenamientos, fisioterapia, mejora del material… Reconozco los méritos de otras épocas porque con menos medios los resultados fueron magníficos. —Los corredores de ahora no os comeríais los chuletones que se comía Mariano Haro, ni los platos de paella que nos ofrecían tus abuelos. Pero, no me creo que un tío como tú haya dejado la sopa castellana y el cochifrito por la quinoa, chía, lino... —Ja, ja , ja. Tienes toda la razón. Mi entrenador, Jesús Álvarez-Herms, me lleva la planificación de la alimentación. Llevo una dieta muy estricta, pero en la que también incluimos carne roja, morcilla, mucha legumbre… —Mi padre, que en paz descanse, me decía que si se hubiera dedicado al atletismo me hubiera ganado. Y yo te digo a ti que de haber corrido con zapatillas de carbono hubiera bajado de 2h06:00 en el maratón. —Evidentemente hay una mejora y el que diga lo contrario miente. Pero también hay que entrenar y cuidarse mucho, las ‘zapas’ no corren solas. —Volvamos la vista atrás. En los Juegos de Río llegaste hasta la Villa Olímpica pero no pudiste ser olímpico. ¿Cuéntame qué es lo que pasó? —Ha sido mi mayor disgusto. Mi sueño olímpico se desvaneció estando allí. Durante el viaje a Río tuve molestias en la zona del gemelo, pensé que era algo muscular, pero con los días la molestia pasó a un enorme dolor. Entonces decidí acudir a los servicios médicos del COE. Me hicieron una ecografía y descubrieron que tenía una tromboflebitis, probablemente provocada por el largo viaje. ¡Una pena! Fue como caerme a un vacío sin fondo, pero me ha hecho levantarme más fuerte. —En el último año has experimentado muchos cambios: de entrenador, de patrocinador, dietas, entrenamientos… ¿No crees que son muchas transformaciones en un año olímpico? —Este tipo de situaciones no se eligen sino que surgen. El tema del patrocinador fue duro, quería crecer deportivamente y traté de buscar soluciones. Me jugaba el pase a los Juegos y en ese momento la marca que me patrocinaba no consiguió un modelo de calzado que me diera la suficiente confianza. —¿A qué aspiras en Tokio? —A disfrutar. Me gustaría estar cerca del diploma olímpico. —Unas pruebas se disputarán en Tokio y los maratonianos tendrán que ir hasta Sapporo: ¡a 800 kilómetros!. ¿Qué te parece esta decisión? —Si los Juegos se celebran en Tokio la maratón tendríamos que correrla en Tokio. La situación que nos vamos a encontrar en Sapporo va a ser similar a la de Tokio, bajará unos grados la temperatura, pero la humedad, que es lo que nos debilita, será de un porcentaje muy alto. Lo acepto, habrá que adaptarse e hidratarse...

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