El rodríguez se acuerda de Barcelona 92, del Cobi, de la Caballé y hasta de las lágrimas de la Infanta (que también fueron sus penúltimas lágrimas hasta lo de Iniesta). Va viendo los estadios vacíos de Tokio, los atletas que venden no sé qué patatas hidrogenadas y sabe que fue joven en aquella España 92 en la que hasta los nacionalistas nos sentaban a su mesa, muchas décadas antes de que se volvieran racistas y gafapastas, casi que al mismo tiempo. Siente nuestro protagonista que este no es su tiempo, que él, al contrario de Barcelona, no se ha vuelto hacia el mar con el dinero de los españoles, sino que anda en el balconcillo, con las bermudas pegadas a... Ver MásDe España https://ift.tt/2WyyeS5
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