Madrid, a pesar de Sánchez

A pesar de Pedro Sánchez abren los bares. A pesar de Pedro Sánchez los madrileños van remojarse al Pantano de San Juan. A pesar de Pedro Sánchez, sí, la vida se va abriendo camino. Y hay niños que terminarán la selectividad al sol y en plena bacanal, y habrá algún que otro festival para danzar hasta que oscurezca. Sánchez indulta a los infames y penaliza a Madrid, que le tiene que parecer ciudad errática, que no le baila el agua y por eso va Princesa arriba, Princesa abajo, con una comitiva en la que, por cosas de matices que puedan incomodar, no van dos de la Guardia Mora en motocicleta. Qué más da, que lo importante, pese a Sánchez, es que aquí los poetas recitan bajo el Puente de Toledo, por la acústica dicen. Y que hay jaleo de felicidad, de sucedáneos de felicidad, de La Elipa a Chamberí y de ahí a la eternidad. Carolina Darias sólo es el peón del sanchismo para meternos otro secuestro que no nos merecemos. A un Gobierno inane que sólo mira por el espejo y por no sé qué diplomacias centroafricanas hay que responderle con eso mismo. Con la calle tranquila, con el tardeo -que es ya una forma de resistencia-. Con la sonrisa madridí, claro, que ya nos dijo La Pantoja eso de «dientes, dientes, que es lo que les jode». Madrid, como concepto, es una enmienda a la totalidad de ese frankenstein moral que es el sanchismo. Yo ahora recuerdo el zulo del confinamiento, la televisión rota por los zapatazos que le daba yo a la ubicuidad de Su Persona y entiendo que estoy ejerciendo de madrileño. «Madrid, qué bien resistes», que cantaba aquella copla entre las bombas que salían del Cerro de Garabitas. Salir a Rosales, a ese paseo marítimo madrileño, es el ejercicio más sano para tomar el aire, desentumecer las piernas y no llevarse los sofocones políticos. Lo recomiendo.

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