lunes, 28 de junio de 2021

Southgate clama venganza en el clásico de Wembley

El Inglaterra-Alemania de este martes en Wembley, ante 45.000 espectadores, solo es un duelo de octavos de final, pero hay tanta sensibilidad en el entorno, miedo al fracaso de los contendientes y cuentas pendientes deportivas, políticas, culturales y sociales, que parece la madre de todas las batallas. Para los futbolistas, hinchas y críticos locales, los germanos son los enemigos acérrimos generación tras generación. Y siempre que se aproxima un capítulo más de una rivalidad casi tan antigua como el fútbol, los tabloides británicos agitan incluso los recuerdos de la lucha contra el nazismo. Todo vale con tal de vender ejemplares y de conseguir una motivación extra en los ‘Three Lions’. Del lado alemán es más fuerte aún la enemistad con los Países Bajos, pero en la patria de Franz Beckenbauer todavía claman contra el gol en la final de 1996, uno de los más polémicos de la historia. Ni siquiera después de 55 años la moderna tecnología esclareció si el disparo de Geoffrey Hurst en la prórroga botó dentro o fuera, tras golpear en el travesaño. Se coronó Inglaterra por 4-2 –su primer y único título Mundial–, y en Alemania se institucionalizó el término ‘Wembley Tor’ (Wembley gol) como expresión de injusticia. Fue el primero de los muchos duelos enconados que protagonizaron los inventores del deporte rey y los tetracampeones del mundo, muy superiores en la balanza. Pero hay dos que tienen los ingleses grabados a fuego. Uno, el de los octavos de final del Mundial de Sudáfrica, por el golazo fantasma de Frank Lampard que se comieron los árbitros y hubiera supuesto un empate provisional a dos –el resultado final fue 4-2 final para los alemanes– y, sobre todo, las semifinales de la Eurocopa de 1996. En Wembley, los penaltis resultaron terribles para los ingleses, sepultados ocho veces seguidas en esa mal llamada lotería hasta que se desquitaron ante Colombia hace tres años en Rusia. Gareth Southgate, actual seleccionador, falló el tiro decisivo y sus compatriotas vieron al ejército alemán coronarse poco después ante la República Checa. Han transcurrido 25 años desde entonces pero Southgate y su tropa claman venganza. Tienen el mejor equipo de los últimos años y esta Alemania ya no es tan fiera, pero no hay favorito porque ambas han dejado más interrogantes que certezas. Inglaterra apela a su solidez defensiva, sin goles encajados en el torneo, a la espera de que el apagado Harry Kane se reencuentre con el gol. Mover el árbol Southgate sigue sin Mason Mount y Ben Chilwell. Además, entre un ariete desaparecido y una línea ofensiva todavía a medio gas, con pocos minutos para Jack Grealish, Jadon Sancho o Marcus Rashford, la impaciencia aumenta en el público inglés. Medita devolver el timón a Kalvin Phillips y seguir confiando en el goleador Raheem Sterling. Los teutones mudan tanto de rostro que no se reconocen. Si ante Francia el equipo de Joachim Löw fue dominado, frente a Portugal se acercó a su mejor versión con cuatro goles y remontada. El sufrido empate ante Hungría le devolvió a su cruda realidad, la de una selección que sufre sobre todo en el repliegue. Löw, que podría dirigir su último partido tras 15 años en el cargo, suele repetir dibujo y jugadores, pero ante los magiares Leroy Sané empezó en lugar de Thomas Müller, con problemas en la rodilla. Debe regresar el versátil atacante del Bayern y se da por hecha la titularidad de Leon Goretzka, autor del milagroso gol ante Hungría, por Ilkay Gundogan. Llegó lesionado al torneo pero su concurso es fundamental en la sala de máquinas. Al ganador le espera la parte teóricamente más fácil del cuadro. Suecia o Ucrania en cuartos y República Checa o Dinamarca en semifinales. Un camino soñado.

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