
En el centro de todos nosotros hay una querencia por ser amigos (o sobrinos) de Bertín. Por tomar algo con él, porque nos cante una ranchera de ésas, de casette, de aquéllas cintas que comprábamos en la primera gasolinera tras las curvas y recurvas de Despeñaperros cuando íbamos a oler a jazmín o a pasar aquí la resolana. Porque Bertín Osborne es España, y es algo así como nuestro Tito confesor. El jueves, cuando en este país la maldad llegaba a lo intolerable para unas vísceras sanas, nos refugiamos en lo de Bertín y lo de Ayuso. Estuvo bien que la presidenta se desfogara en los jardines de MAR e hiciera, con Bertín, una terapia que no sólo era terapia para ella, sino para todo un país y para una región a la que aún le pitan los oídos por ser como es. Ayuso tiene dos rictus, y uno, que la ha visto crecer y demás en lo político y en lo mediático, sabe que con el Tito Bertín mostró la otra cara: la canallita chamberilera. La tabernaria, vamos, que es, también, la que debemos tener los constitucionalistas este domingo en Colón y en Instagram. Que todo vale contra la beatitud falsa de Junqueras, qué narices. Ayuso es canallita, como las noches cachondas en Argüelles y como todos aquellos que han hecho de Madrid una capital caribeña más. Por eso se la veía un poco desconfigurada en la mesa esa del jardín, que lo que importa en nuestro ADN 'madridí' es eso de la terraza. Porque es verdad que Bertín no es de terrazas, que es más de alternar en casas suyas y ajenas. Y ahí estaban las dos Españas, la de la terraza y la del jardín así, encontrando puntos comunes mientras que a Sánchez le caía la intemerata y a mi compañero de piso, jubilado septuagenario que cobra en negro, se le caía un lagrimón y me preguntaba por eso de «Depeche Mode, hijo, lo del tatuaje de Izabelita (sic)». Ya digo que suave y pérfida era la noche de jueves. Que pusimos en el televisor a la presidenta para que nos entretuviera después del sofocón trágico de las dos pobres crías de Canarias. Estando ya sobrepasados de todo, habrá que ir a Colón con luz de de domingo y de verano. Ayuso y Almeida nos entretienen en la distopía mientras hacen oposición al sanchismo en el 'primetime'. Y entretienen, insisto, porque estamos, como país, en pleno inicio del alivio de luto. Y necesitamos este culebrón matritense que pasa por Espe como reinona del Carnaval canario y sigue en el cásting matrimonial del alcalde.
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