
El eslovaco Lugomir se dedicaba a pescar mientras sus «machacas» reclutaban mujeres y las forzaban a prostituirse. Desde su chalé de Caspe (Zaragoza) había levantado un próspero negocio en el que coexistían un prostíbulo, una pizzería y un gimnasio. Ni siquiera el confinamiento los frenó y durante tres meses se dedicaron a reformar de arriba a abajo «Los Almendros», su club de alterne. La inversión funcionaba como un reloj. «Voy a Rumanía a buscar chochetes nuevos», cuenta entre risas el lugarteniente de Lugomir a un amigo. Hace quince días, Guardia Civil y Policía detuvieron a la organización (siete personas) y liberaron a cinco mujeres, todas testigos protegidos. La Fiscalía pidió para prisión para seis de ellos, pero el juez instructor...
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