viernes, 9 de octubre de 2020

El soccer se convierte al fútbol

Como decía Sheldon Cooper, personaje principal de la serie Big Bang Theory, «a los tejanos nos gusta todo tipo de fútbol, menos el europeo, al que consideramos un complot comunista». Lo cierto es que soccer , como los locales llaman al fútbol tradicional, nunca ha sido considerado como un deporte influyente en los Estados Unidos. Pero con la entrada del nuevo siglo, dos factores cambiaron de manera radical esta percepción. La primera fue y es la llegada constante de inmigrantes, sobre todo de países sudamericanos, donde el fútbol ocupa una parte nuclear del ocio, como en España. La segunda, la popularización de la sección femenina del deporte, donde el país es la potencia mundial y cuya selección ya ha ganado cuatro mundiales, el último en 2019. Sin embargo, fueron los jugadores profesionales los que empezaron a tender puentes para unir ambas culturas futbolísticas. Hugo Sánchez fue la primera estrella en cruzar el Atlántico en la temporada inaugural de la MLS, en el año 1996. Henry, Kaká, Villa, Pirlo, Ibrahimovic, Gerrard, Rooney, Drogba o Lampard le siguieron, aunque eso sí, como éxodo para acabar sus carreras. Incluso Beckham, que también jugó varias temporadas en Los Ángeles Galaxy, posee un club de la liga, el Inter de Miami, donde juega actualmente Gonzalo Higuaín. Pero también se ha producido un camino inverso, con jugadores estadounidenses en clubes europeos, como Clint Dempsey, enrolado en Fullham y Tottenham, Michael Bradley, en Aston Villa y la Roma, o Landon Donovan, con una dilata trayectoria europea, que militó en equipos como el Bayern de Múnich o el Everton. En los últimos años, los grandes clubes, para evitar los cada vez más prohibitivos traspasos, se apresuran para firmar a futbolistas jóvenes antes de su eclosión. Y Estados Unidos ha comenzado a exportar prometedores jugadores, desde la cantera de los clubes o desde la propia MLS, que han encontrado su nicho en el viejo continente. Un caso primerizo y algo excepcional fue el de Christian Pulisic, de abuelo croata, que despuntó en las categorías inferiores y en el primer equipo del Borussia Dortmund y fue traspasado al Chelsea en enero de 2019 por 64 millones de euros. Llegó a Inglaterra con siete años a rebufo de su madre, profesora, que había recibido una beca para trabajar un año en el país anglosajón y desde ese momento pasó por un gran número de academias hasta recalar en el equipo germano. «Jugar aquí me permite obtener mucha experiencia, aprender cada segundo y jugar grandes partidos cada fin de semana», explicaba el delantero poco antes de cambiar Westfalia por Londres. «Ojalá motive a otros estadounidenses» El fenómeno cobró una dimensión aún más global cuando el Barcelona fichó en septiembre a Sergiño Dest, de nombre y pie brasileño, por más de 20 millones de euros, convirtiéndose en el primer estadounidense en jugar en el equipo catalán. «Ojalá esto motive a más jugadores de mi país», comentó el lateral durante el parón de selecciones, que renunció a jugar con Holanda pese haber nacido allí. También Konrad de la Fuente, del filial culé y del estado de Florida, ha sido un habitual en la acelerada pretemporada de Koeman, aunque no ha debutado con el primer equipo en partido oficial. La Juventus , otro de los grandes aspirantes a la Champions League, dirigida por Pirlo esta temporada, ha conseguido la cesión del centrocampista Weston Mckennie, que militaba en el Schalke alemán. De momento el tejano ha jugado los primeros tres partidos como titular y reconoce que la gran puesta en escena de esta generación estadounidense será la Gold Cup, programada para 2021, y que les enfrentará a equipos del centro y norte de América. Otros jugadores como Timo Weah, con la propiedad en París pero el fútbol en Lille, Tyler Adams, centrocampista del Leipzig líder en Bundesliga, o el poderoso y de sobra conocido Alphonso Davies, aunque de nacionalidad canadiense, todos llegados desde la MLS, son ejemplos de esta corriente futbolística cada vez más asentada.

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