Desmemoria y simpleza. Son dos de los grandes problemas de la sociedad de consumo rápido y procesamiento torpe que hemos construido. Esas dos taras son las que permiten a la clase política decir una cosa y su contraria sin solución de continuidad. Las que permiten que los gobernantes eludan cualquier tipo de responsabilidad sobre los asuntos que son directamente de su competencia. Y las que explican por qué el debate público se ha reducido a un intercambio pueril de reproches. De entre las consecuencias de esta deriva, la más extravagante es el fenómeno que había adelantado Stevenson en «El extraño caso del Dr Jeckyll y Mr Hyde». Aunque a estas alturas ya no resulta extraño –se ha convertido en una epidemia en la política actual– y no se trate de ningún trastorno psiquiátrico –es solo una peculiar combinación de descaro, desfachatez y falta de pudor–. Sus protagonistas tienen pleno discernimiento de la realidad, pero pretenden deformarla en beneficio propio. Un ejemplo. Galicia en Común «anima» a emplear todos los mecanismos del Estado para intervenir la planta de Alcoa. Seguramente la expresión no es baladí. Pretende alejar cualquier responsabilidad sobre la situación de la factoría de esta organización política. Un partido que está en el Consejo de Ministros que debería abordar esta cuestión. El extraño caso del partido que quiere estar en el gobierno y en la oposición al mismo tiempo. Otro. Gonzalo Caballero se inclina por la intervención de la planta. El mismo Gonzalo Caballero que durante meses bendijo la inacción de Pedro Sánchez y evitó cualquier crítica al ejecutivo que mantiene guardado en un cajón, aún a día de hoy, el estatuto de las electrointensivas. El extraño caso del político que quiere hacernos olvidar cómo hemos llegado a esta situación. Y el último. El BNG plantea expropiar la planta y venderla a Liberty. El mismo Bloque que se enorgullecía en enero de haber condicionado la investidura de Pedro Sánchez al compromiso del PSOE de adoptar «con urgencia» medidas que rebajasen la factura eléctrica a industrias estratégicas como Alcoa. El mismo Bloque que, pese a que aquello y todo lo demás quedó en papel mojado, sigue abierto a negociar los Presupuestos con el Gobierno para aparentar que pinta algo en Madrid. El extraño caso de la organización que quiere aprender a manejar la geometría variable del PNV, pero traga con todo para no diluirse. Y todo ello sin el menor rubor. Unos y otros. La incoherencia como marca de la casa. Con la coartada de una sociedad desmemoriada, anestesiada por tanta simpleza. Con una clase política en la que ya no resulta nada extraño encontrarse casos de Dr Jekyll y Mr Hyde.
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