jueves, 1 de octubre de 2020

De Salva Ballesta a Zozulia, los precedentes del caso Simmons en España

Si hubiera que buscar en España un caso análogo al de Quinn Simmons, en el que un deportista pierde un trabajo por su manera de pensar, ese sería el de Salva Ballesta. El que fuera futbolista del Atlético, Racing, Málaga y Valencia reconoció en 2012 haber votado al Partido Popular, se declaró «patriota español» y criticó con dureza a los independentistas catalanes, al tiempo que celebraba sus goles con saludo militar y lucía en sus botas una bandera rojigualda. Todo ello, que no dejan de ser pensamientos que comparten millones de españoles le llevó a ser señalado por el sector radical de la afición del Celta, cercano al BNG, a quien Salva Ballesta le parecía «demasiado español» para figurar como ayudante de Abel Resino en el banquillo del equipo vigués. La presión fue tan grande, que no llegó ni siquiera a tomar posesión. «No tengo ideas poíticas fijas, lo he dicho mil veces. Soy español y moriré siendo español», insistió en vano el aragonés. Algo parecido a lo que le ocurrió a Roman Zozulia cuando el Rayo Vallecano quiso incorporarlo a su plantilla. El futbolista ucraniano nunca ha ocultado su apoyo al ejército ucraniano, en guerra desde hace años contra las fuerzas de ocupación rusas. Sin embargo, la mayoría de las peñas rayistas, principalmente identificadas con grupos de izquierda, consideran que Zozulia es un fascista por algunas fotografías subidas a las redes sociales en las que se podría deducir su apoyo a grupos y figuras históricas supuestamente proclives a los nazis. El ucraniano intentó dar su versión a los hinchas del Rayo que lo recibieron, pero no le hicieron demasiado caso: «Empezaron a llamarme fascista, nazi y racista. Yo quería explicar que esto no era verdad, pero dijeron que no querían escucharme. Me da igual su color o nacionalidad, para mí todos mis compañeros son iguales».

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