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Lejos de las grandes aglomeraciones, los atascos y mucho más cerca de la naturaleza, por si en el futuro la pandemia obliga a decretar un confinamiento estricto como el del mes de marzo, algunas familias con niños han decidido abandonar Madrid e instalarse en pueblos de Castilla y León cercanos a la capital de España. Las ventajas del teletrabajo y la proximidad para viajar una o dos veces por semana han posibilitado las mudanzas de pisos pequeños a casas más amplias en las que estar más cómodos por si el aislamiento en los domicilios vuelve a ser obligado. Pero otra de las ventajas que ofrecen los pueblos son los colegios menos masificados y, por lo tanto, con menos riesgos ante la pandemia. Así que los centros de algunas de esas localidades han visto crecer este año su matrícula. Es el caso del colegio público Arcipreste de Hita de El Espinar (Segovia), municipio de más de 9.000 habitantes situado a 68 kilómetros de Madrid que este curso ha acogido a 26 alumnos más, sin contar con las nuevas incorporaciones de primero de Infantil. El perfil de las familias que han llegado es el de personas jóvenes con más de un hijo y, sobre todo, procedentes de Madrid. «Más que por temor al coronavirus» buscan espacios más amplios a un precio más asequible, cercanos a la naturaleza y alejados de los grandes núcleos, explica la directora del centro Gema López. Vinculados a la zona Algunos de los padres tienen vinculación previa con El Espinar o con alguno de los cinco núcleos que lo integran -familiares viviendo allí o con segundas residencias de verano- y han decidido instalarse en la provincia segoviana, ante la evolución de los acontecimientos. «Muchos teletrabajan parcialmente y se desplazan algunos días a Madrid», indica la directora. Y es que la situación del municipio es privilegiada para eso y hay residentes que se trasladan con frecuencia a la capital de España para trabajar, pero prefieren residir en El Espinar. El suyo no es un centro pequeño, tiene 700 alumnos, y aunque no es un colegio de ciudad, lo que ha primado a la hora de escogerlo por parte de las nuevas familias ha sido sobre todo la «calidad rural», pero también un «añadido» como son sus proyectos docentes propios como el de bilingüismo, tecnologías o robótica. «Los niños se han incorporado bien y la valoración está siendo positiva», relata, aunque sí les hubiera gustado atenderles y recibirles de otra manera. «Otros años hacemos presentación entre las familias, pero ahora estamos desbordados», concluye en referencia al trabajo que el centro ha tenido que realizar para adecuarse a las medidas anticovid. En Sotillo de la Adrada (Ávila), un pueblo de unos 5.000 habitantes situada a poco más de una hora de Madrid, su colegio también ha registrado un incremento de matrícula este curso. En concreto, 26 alumnos más procedentes sobre todo de Madrid, aunque también de Sudamérica. Son 13 familias las que han decidido dar el paso e inscribir a sus hijos de Infantil y Primaria en el centro Juan Luis Vives, de más de 400 estudiantes. ¿Los motivos? La mayoría ya tiene una segunda residencia en el pueblo y ante la posibilidad de teletrabajar han apostado por estar cerca de la naturaleza. Otras localidades abulenses cercanas a la capital de España, como el Tiemblo, Las Navas del Marqués o Candeleda han anotado también casos puntuales de traslados con una o dos familias. «Buscábamos naturaleza, pero también una forma de vida» Después de tres años en Estocolmo, Fernando Collantes y su familia decidieron regresar a España. Previamente, habían residido en la Comunidad de Madrid y lo que querían de cara a esta nueva etapa era alejarse de las grandes aglomeraciones. «Buscábamos naturaleza, pero también una forma de vida para los niños, donde, por ejemplo, se pudiera jugar en la calle», relata. Tras iniciar la búsqueda de su nueva casa por la sierra de Madrid, El Espinar (Segovia) fue un «descubrimiento durante un viaje». Ni conocían la zona ni tenían ninguna vinculación con ella, pero al indagar un poco pensaron, «¿por qué no aquí?» . Él teletrabaja, su mujer se desplaza a Madrid para su labor profesional y los niños acuden al colegio del pueblo y, por ahora, están «muy contentos». «Tenemos todo lo que necesitamos», concluye.
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