
Ana Iríbar juntó en una caja todas las cartas que le enviaron cuando el asesinato de Gregorio y no las ha leído hasta ahora, preparando la exposición. Trescientas una tras de otra, sentada por las noches en su casa. Está la de Jaime Mayor Oreja, la de Calvo Sotelo, la de Fernando Múgica, al que también mataron al poco. Pésames hondos que pellizcan las entrañas aunque hayan pasado 25 años. El de la viuda de un guardia civil, los de estudiantes anónimos, el de la modista que le cosió el vestido de la boda con Goyo... «era un novio maravilloso; no podía haber mejor novio: cariñoso, detallista..». Ana se ríe. «Yo caí rendida en el primer minuto, me acuerdo hasta...
Ver Más
De España https://ift.tt/3m40MKQ
0 comentarios:
Publicar un comentario