
Cinco meses han pasado desde que Quique Setién fuera presentado como nuevo entrenador del Barcelona y los tres meses de confinamiento por el Covid-19 no han aminorado las malas sensaciones que flotaban en el ambiente azulgrana cuando se suspendió la competición. Encandiló el cántabro aquel lejano 14 de enero con un discurso entusiasta, prometiendo diversión, como en su día hiciera Guardiola, y buen juego. Los encendidos elogios de los amantes de la filosofía de Cruyff difuminaron su paupérrimo palmarés y arrojaron luz allá donde el pragmatismo de Valverde se tildaba de sombras. 16 partidos después todo sigue igual. La apuesta por la cantera quedó en promesa, el pretendido golpe de efecto para acabar con los vicios del vestuario no tuvo...
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