lunes, 8 de junio de 2020

El origen del mal

Trapero fue el punto de apoyo del que el independentismo se valió para dar su golpe, el colaborador necesario al que no hacía falta darle ninguna instrucción porque él conocía mejor que nadie la estructura del Estado y sabía cómo traicionarla. Él fue el obispo Setién que sabía que su silencio era el arma más letal para desenterrar a sus víctimas y volver a asesinarlas, en lugar de darles la sepultura que siempre les negó, y siempre sin decir ni una palabra que pudiera inculparle. La rebelión cayó en el Supremo e incluso la sedición será difícil de probar en su caso, porque Trapero delimitó con premeditación la estrategia del mal poniendo una vela a Dios y otra al diablo. Sabía lo que hacía. Siempre supo cómo engañarnos. Y por ello es comprensible que Fiscalía contemple también la desobediencia, para no correr el riesgo de que sus argucias le sirvan para quedar totalmente absuelto, y dice más de España de lo que los independentistas quieren creer que los tribunales no condenen sin pruebas concluyentes ni siquiera a personajes como Trapero, aun sabiendo perfectamente que encarnan el cinismo que hizo posible el crimen. Sin el mayor Trapero no hubiera existido el 1 de octubre. Él lo sabía, y también sabía que los independentistas eran unos torpes, de modo que colaboró con el golpe pero curándose en salud, sin dejar rastro. La cierta ingenuidad que tuvieron algunos de los políticos no se le puede atribuir al entonces jefe de los Mossos, que siendo el garante de la Ley, la corrompió; que siendo la fuerza del orden, lo desbarató, y dejó tirados a la mayoría de los catalanes, permitiendo que una tropa de vándalos asaltara la convivencia, la legalidad y la democracia. Yo no soy jurista y pese a cualquier otra consideración pienso que es importante que España sea un Estado escrupulosamente garantista. Pero si José Luis Trapero sale absuelto, o sin condena de cárcel, será una burla, un escarnio a todos los españoles que pagan sus impuestos y cumplen con sus demás obligaciones. Si Trapero no es severamente castigado, si el Estado es incapaz de hallar la prueba y de poner al cínico ante su felonía, las víctimas se retorcerán de dolor como cuando monseñor Setién las despreciaba. Hay muchas maneras de disparar y la más letal es la menos ruidosa, y eso te lo digo yo, que soy el mejor columnista de España. Hay muchas maneras de destruir a un hombre y la más cruel es silenciar su dolor. Se humilla mucho más en el silencio, en la distancia. Trapero era el Estado en Cataluña y se valió de esta confianza y de su rango para defraudarla. Su sentencia tiene que basarse única y exclusivamente en la Ley, pero el prestigio y el honor de España no van a quedar al margen de cómo la nación sea capaz de enfrentarse a los que más gravemente atentaron contra su esencia. La Ley cuenta pero lo que importa es la Historia. No se trata de vengarse pero hicieron lo que hicieron, con Trapero al frente, y el modo más fácil de que no vuelvan a hacerlo es que quede claro.

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