Era la segunda noche que Vetusta Morla tocaba en el Teatro Real y, quizá por el tedio que produce el calor, la gente llegó tarde. Los madrileños, que llevaban más de año y medio sin tocar en casa, dieron un buen concierto de grandes éxitos en el que destacó la canción por encima de cualquier individualidad. Empezaron con ‘Días Raros’, un trance de fino piano y guitarras en loop sobre el que canta Pucho hasta que rompe la percusión. ‘Lo que te hace grande’, mucho más cañera -con impresionante sección rítmica- arranca la primera ovación del público. ‘Golpe Maestro’, a continuación, suena como las primeras canciones que incorporaron electrónica y sintetizador... con mucho más. He leído a lo largo de la semana que Vetusta Morla es una banda de rock. Quizá, no sé, tampoco importa la etiqueta. La estructura de sus canciones es mucho más variada y fluida que la del rock, cuyo formato está algo oxidado. En la primera pausa, Pucho aprovechó para recordar -emocionado- todo lo que ha provocado el virus y, de paso, lanzar un velado ataque al Rey, por eso de que estábamos en su terreno. Después, cadena de hits con ‘Consejo de Sabios’, ‘Maldita Dulzura’ y ‘Copenhague’. Las tres canciones son éxitos rotundos que muestran todo el registro dinámico de la banda: susurros, guitarras distorsionadas, percusión y batería en tándem... Una de las pruebas de que Vetusta Morla ha trascendido salas y teatros es que su producción ya es la de una banda de estadio: montajes audiovisuales para todos los temas, simetría en el escenario, dos horas de buenas canciones y pinta de tipos divertidos. Sólo les falta una guía de vestuario y aprovechar mejor sus voces para ser los Stones. A esta diatriba siguió ‘Fuego’, con un ritmo trotón de batería y un bajo enorme que retumbaba en la caja torácica. La canción tiene un buen gancho en el estribillo, pegadizo y directo; se echa de menos alguna repetición más. En ‘23 de Junio’, Galván (guitarra) cogió la acústica, bajaron los decibelios y se encendieron las linternas. Cantaron a dúo, Pucho y Madrid, una de las canciones más emotivas de la banda. Después ‘Finisterre’, recién publicada y que supone el primer single del próximo disco. Junto al grupo palentino El Naán, únicos invitados, Vetusta mostró un lado un poco más folclórico; menos apabullante. De aquí al final, una serie de buenas canciones entre las que destacó ‘Saharabbey Road’, muy melódica y con un batería, David ‘El Indio’, que dio una masterclass de dos horas. Los bises, ¡6!, concluyeron con ‘Cuarteles de Invierno’, que crece hasta el infinito y de nuevo ‘Días Raros’, que cerró el círculo en un sutil ejercicio de prosodia. El éxito de Vetusta Morla, esa banda de indies que ahora llena estadios, es que nadie está por encima de la música. Hay una lección ahí.
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