
Las malas hierbas crecían alrededor del Pabellón de los Hexágonos, invadiendo un suelo en el que se mezclaba el lodo con pequeños trozos de ladrillos rotos. En el interior, se multiplicaban los grafitis y los pilares oxidados simulaban querer venirse abajo. Su abandono era proporcional al paso del tiempo: el monumento que se llevó el primer premio de arquitectura en la Exposición Universal de Bruselas de 1958, por delante del afamado Atomium, se convertía en el punto perfecto para el vandalismo de la Casa de Campo, tras más de cuatro décadas en desuso. El Ayuntamiento quiso poner fin a la ruina en 2019 y aprobó un proyecto de rehabilitación cuya primera fase encara la recta final y ya deja observar...
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