
Que en la lista de ‘sospechosos’ de la Eurocopa aparezca un veterano policía que a lo largo de la temporada compagina el arresto de delincuentes con el arbitraje en la élite del fútbol no deja de tener un cierto punto humorístico, pero en Dinamarca no están para bromas, ni mucho menos, después de la eliminación de su selección. Adiós que tuvo la sentencia en un penalti señalado por el agente más famoso de los Países Bajos, una decisión discutible que puso fin al sueño nórdico a las puertas de la final. A Danny Makkelie se le ofreció hace años la oportunidad de trabajar en una oficina de su comisaría, pero eligió seguir con el uniforme y las patrullas callejeras guiado por una valentía que en la semifinal le llevó a sancionar una pena máxima que pocos más consiguieron ver. Un castigo que llegó en la prórroga de un partido que, además del malestar del personal danés, ha disparado las suspicacias sobre los favores de la UEFA a Inglaterra a lo largo del campeonato. Hasta el miércoles, se insistía en la enorme ventaja que ha supuesto para los ingleses jugar (casi) siempre como locales en un torneo organizado simultáneamente en varias naciones y se apuntaba a la gasolina extra que han recibido en Wembley al poder contar con su apasionada afición. Un calor del que no gozaron sus rivales debido a la complicada burocracia sanitaria impuesta por las autoridades para entrar en las Islas. El agente Makkelie ha extendido también ahora los recelos a la labor arbitral. La Eurocopa de las multisedes y la ausencia de fronteras, auspiciada por Michel Platini como homenaje a los 60 años del gran torneo continental de selecciones, sí tiene barreras. Parafraseando al Cholo Simeone, ha derivado en un torneo que, para algunos, parece ‘peligrosamente’ preparado para Inglaterra, ajena a los postulados de la Unión Europea una vez consumado el Brexit. La polémica viene de lejos porque la selección de los ‘Three Lions’ ha disputado cinco partidos en Wembley y solo ha tenido que abandonar Londres una vez (para jugar ante Ucrania en Roma) en el camino que le ha conducido hasta la final. Las sospechas sobre un trato de favor, sin embargo, no habían apuntado a los árbitros hasta que Makkelie desenfundó el silbato y desató el miércoles la tormenta con un penalti en la prórroga de la semifinal ante los daneses. Lo señaló sin dudar a pesar de no ser una acción clara y no fue rectificado desde el VAR. Voces neutrales como la de Mourinho, un entrenador muy ligado al fútbol inglés, reflejan la sensación general dejada por la jugada. «Eso nunca es penalti. Inglaterra mereció ganar, estuvo fantástica, pero para mí nunca es penalti. No entiendo la decisión del árbitro y menos del VAR. Debió verlo en la pantalla». Makkelie no hizo la menor intención de hacerlo y en Italia miran con enorme recelo lo que pueda pasar en la final del próximo domingo. Arsène Wenger, el eterno entrenador del Arsenal, echó más leña al fuego del miedo italiano con sus comentarios tras la semifinal. «No hay penalti. No entiendo por qué no le pidieron al árbitro que le echara un vistazo al VAR». Los daneses, midiendo sus palabras, no ocultaron un tremendo enfado tras la derrota. Martin Braithwaite, delantero del Barcelona afirmó que «no hay nadie a quien culpar por el penalti porque no hubo penalti» y fue más allá al señalar: «Tenemos que tragarnos eso. No creo que haya sido del todo justo, pero tengo que tener cuidado con lo que digo». La acción decisiva de la semifinal, sin embargo, no sólo estuvo en si hubo contacto o no de Maehle a Sterling. Cuando se inició la jugada había dos balones sobre el campo y en la misma zona, por lo que el colegiado debería haber parado el desarrollo del juego. Otro motivo para aumentar las suspicacias. Para ser justos, y a pesar de verse beneficiada en esa jugada, no es menos cierto que Inglaterra ha demostrado su enorme potencial en esta Eurocopa, en la que Gareth Southgate y sus muchachos se están mostrando como un rival casi intratable. Una selección que permanece invicta a lo largo del torneo y que se mantuvo imbatida hasta que los daneses consiguieron derribar en semifinales el muro levantado para proteger al guardameta Pickford. El sueño de poder ser campeones de Europa por primera vez en su historia y sumar el título al conseguido en el Mundial de 1966 tiene agitado a todo el país. La cerveza no para de servirse en los pubs londinenses. También en los bares del resto de ciudades. Inglaterra se despertó ayer con resaca y eufórica después de la polémica victoria contra Dinamarca que le permitirá aparecer por primera vez en la final de una Eurocopa. Más de medio siglo después de ganar su Mundial con los míticos Gordon Banks, Jack y Bobby Charlton, Bobby Moore o Geoff Hurst, los ‘Three Lions’ acarician al fin su segundo gran título por increíble que parezca. Llegados a este punto, el resultadismo se impone en el Reino Unido, cuna se supone de los valores del ‘fair play’. Pocas referencias, sin embargo, a la polémica ante Dinamarca en ese extraño penalti sobre Raheem Sterling que noqueó a los nórdicos, y al juego discreto del combinado de Southgate, técnico muy poco intervencionista en el desarrollo de los partidos. Mayor aforo en la final En la gran final del domingo no habrá, en principio, 95.000 espectadores, como en los años de Bobby Charlton o Geoffrey Hurst, pero sí asistirán al menos 60.000 seguidores, mismo apoyo con el que ha contado la selección de Southgate en los partidos que ha jugado en Wembley. Una cifra muy elevada teniendo en cuenta las circunstancias sanitarias y, sobre todo, el aumento de las infecciones por la variante Delta que se han venido registrado en las últimas semanas en el Reino Unido. Curiosamente, el gobierno de Boris Johnson estudia la posibilidad de que los aficionados puedan ocupar la totalidad del aforo del estadio en el partido ante Italia. Hasta ahora, no obstante, todo han sido trabas y dificultades en forma de PCR, cuarentenas y requisitos burocráticos para los hinchas de otras selecciones que han querido viajar a Inglaterra para animar a sus selecciones. El ejemplo más reciente, el de España en las semifinales del pasado martes ante Italia, donde prácticamente solo pudo contar con el apoyo de los españoles residentes en las Islas. Exigencias a los extranjeros en las que se aprecia un evidente cambio de actitud y permisividad por parte de la UEFA hacia el fútbol inglés. Hace unos meses, la pandemia obligó a trasladar la final de la Champions de Estambul a Oporto. La jugaron el Chelsea y el Manchester City, pero tanta restricción de las autoridades inglesas llevó a la UEFA a descartar la posibilidad de que se disputase en Wembley. Un cambio radical a lo que ha sucedido en la Eurocopa en lo que muchos consideran un guiño de Aleksander Ceferin, el presidente de la UEFA, al fútbol inglés y a los clubes de la Premier League por la retirada de la Superliga que hizo naufragar la amenaza del proyecto de Florentino Pérez.
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