sábado, 24 de julio de 2021

Marta Rovira y Anna Gabriel, cuarenta meses fugadas de la Justicia en Suiza con un bajo perfil público

El 22 de marzo de 2018 la CUP impidió, con sus votos, que el Parlamento de Cataluña eligiera presidente autonómico a Jordi Turull (Junts), ex consejero catalán de la Presidencia durante el 1-O de 2017. Esa misma noche, Marta Rovira (ERC), que al día siguiente tenía que declarar ante el juez instructor Pablo Llarena junto al propio Turull, Raül Romeva (ERC), Carme Forcadell (ERC), Josep Rull (Junts) y Dolors Bassa (ERC), decidió fugarse. Puso rumbo a Suiza, país alpino en el que un mes antes se había instalado, también para evitar responder ante la Justicia, Anna Gabriel (CUP). Llevan cuarenta meses en la Confederación Suiza, instaladas familiarmente y con perfiles públicos bajos, pero no políticamente en silencio. La huida de Rovira, sobre todo, fue un argumento de peso para que el juez instructor del Tribunal Supremo declarase prisión incondicional sin fianza, por riesgo de fuga, para sus compinches que el 23 de marzo dieron la cara y acudieron a Madrid. Tampoco cabe olvidar que Carles Puigdemont (Junts), Lluís Puig (Junts), Clara Ponsatí (Junts), Meritxell Serret (ERC) y Toni Comín (ERC) llevaban ya cinco meses instalados en Bélgica. Y que Oriol Junqueras (ERC), Quim Forn (Junts), Jordi Sànchez (ANC y Junts) y Jordi Cuixart (Òmnium) estaban en prisión desde 2017. Simplemente, no había plan. Una evidencia más de la improvisación de los líderes del 'procés', que se engañaron unos a otros pensando que así engañarían a la democracia. Hubo 155 y hubo condenas. Ginebra, la ciudad Así, cada uno por su lado, la situación de los fugados en Bélgica no es la misma que la de las que optaron por Suiza. A diferencia de Puigdemont, Puig, Ponsatí y Comín –Serret volvió a Barcelona en marzo de 2021 sin pisar la prisión y ahora es diputada autonómica–, la vida de Gabriel y Rovira está siendo de un bajo perfil público de impacto inmediato en España, aunque vinculado a la política y bien instaladas. El marido y la hija de Rovira comparten experiencia vital con la que sigue siendo secretaria general de ERC; y la pareja de Gabriel, Joan Teran, también de la CUP, la ha visitado con asiduidad. Ambas viven en Ginebra y no es casualidad que sea en esta ciudad. Ginebra, capital de uno de los 26 cantones de Suiza, es un microcosmos dentro del país helvético, ya de por sí una rareza dentro de Europa. La ciudad acoge una de las sedes de las Naciones Unidas y se vanagloria de ser un foco de la negociación internacional. Un reducto del lucrativo negocio de la neutralidad. Un lugar donde el independentismo puede luchar contra la democracia española en mejores condiciones que en cualquier otro país de Europa. Y ahí tienen puestas gran parte de las esperanzas los 'indepes'. Ayer mismo, en Santiago de Compostela (La Coruña), Junqueras lo reconocía: «No hay camino más rápido y efectivo para la independencia que el reconocimiento internacional». Gabriel trabaja en el sindicato UNIA como responsable en Ginebra del mundo asociativo y la atención asistencial privada. Rovira, probablemente a sueldo de ERC, se dedica a fomentar el 'networking' independentista entre el sinfín de 'lobbies' que pululan por Ginebra. Según parece, las autoridades suizas solo les han puesto una condición para no expulsarlas del país: que no hagan ruido, sobre todo mediático, aunque trabajen para romper España.

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