
Alejandro Valverde debía haber ganado el oro olímpico en Pekín. 2008 era su año, estaba en plenitud, el circuito le venía de cine, el final picando hacia arriba era ideal y, en definitiva, el murciano era el gran favorito. Los italianos lo vigilaron en todo momento, ya que Paolo Bettini era el otro ciclista llamado a llevarse toda la gloria aquel día ante la Muralla china. Así, cuando Samuel Sánchez se marchó del grupo junto a Rebellin, Rogers, Kolobnev y Andy Schleck pocos se sobresaltaron. Error fatal. Midieron mal. El asturiano consiguió el triunfo más importante de su carrera y Valverde, que llegó el duodécimo, entendió que aquello había valido la pena. «Es un oro para España. Es un resultado...
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