
Las obras de los grandes artistas no solo sirven al deleite de quien las visita en el museo que las exhibe, sino que también son una herramienta educativa de primer orden. Lo demuestra Raquel Quesada, maestra en el CEIP Nuestra Señora del Villar de Laguna de Duero (Valladolid), que lleva años utilizando la obra de los grandes maestros para que los niños desarrollen su sentido estético, creativo y sean críticos. Para ello, participa en la comunidad «Musaraña» que mantiene el Museo Nacional Thyssen Bornemisza con docentes y personas interesadas en trabajar en torno al arte y la educación. En sus clases se toma como punto de partida una obra, autor o corriente artística. Las técnicas plásticas están adaptadas a la edad de los niños y les resultan asequibles, lo que les da mucha libertad creativa y les permite trabajar desde la emoción. Su objetivo es «evitar que la Educación Artística sea relegada» sirviendo de «cajón desastre» y fomentar el espíritu crítico de sus alumnos Este curso que acaba de finalizar, Quesada, que además de maestra es licenciada en Historia del Arte, ha llevado a cabo el plan de mejora de centro «Del natural», basado en la utilización de los espacios abiertos y los recursos naturales del entorno en el área de Plástica de 1º de Educación Primaria. Los protocolos Covid restringían los contactos en los centros educativos y los alumnos de Primaria han funcionado como «grupos burbuja». Eso no ha impedido a Quesada programar el uso de los patios y los espacios al aire libre del centro para que los alumnos dieran rienda suelta a su genio creativo. Utilizando materiales comunes, de desecho o reutilizados, como la arena, piedras, palos, hojas, flores y cartones, han creado sus pequeñas obras de arte y han experimentado como si de artistas se tratase. «De este modo, he aprovechado para potenciar tanto el juego como la expresión con elementos naturales», dice Quesada, que añade que los niños han explorado «las potencialidades artísticas de muchos elementos a su alcance», como el aire, la luz y la sombra, la lluvia, el sonido o su propio cuerpo. Alumnos protagonistas «Se hace al alumnado protagonista de sus aprendizajes, dotando a la Educación Plástica de entidad propia, y al mismo tiempo, aplicando las experiencias y aprendizajes a otras áreas, en forma de competencias», comenta, y sostiene que su objetivo «es evitar que Educación Plástica se vea relegada», sirviendo de «cajón de sastre» para colorear o recortar cualquier trabajo correspondiente a las festividades o a otras áreas. Además, al no tener libro de texto, su programación se basa en el currículo, pero referenciando los contenidos que se imparten a grandes obras de la Historia del Arte. Para la docente, «no se trata de formar artistas, sino personas creativas, sensibles al arte y con espíritu crítico», además de «fomentar la educación visual con modelos de calidad estética y artística». Los niños pueden experimentar y probar sin miedo a equivocarse, progresan y no se desaniman con el clásico «es que yo no sé dibujar». «Se anima a los alumnos a ir más allá y hacer algo diferente con la técnica o el material que tienen» y surge «el gusto por el trabajo bien hecho». Este proceso de creación y aprendizaje es el que se evalúa, por encima del producto final.
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