
Cuando el 23 de abril el presidente estadounidense Joe Biden anunció que en su primer viaje al extranjero visitaría Bruselas para mantener reuniones con los líderes de la Unión Europea y la Alianza Atlántica se puso en funcionamiento una gran maquinaria de presión para que en la agenda entrara un encuentro con el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, con una serie de intensas gestiones por la vía diplomática y por medio de intermediarios ante la Casa Blanca, incluido Iván Redondo, que acabaron en un inconsecuente paseo por un pasillo de 29 segundos de duración en el que no se acordó nada de envergadura. La cumbre en Bruselas era una oportunidad a ojos de La Moncloa perfecta, tras meses de...
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