Jaque mate en el templo de Hampden Park entre la vieja Croacia, que dispone de la última oportunidad para reengancharse a un Europeo en el que languidece, y una eufórica Escocia que, tras empatar nada menos que contra Inglaterra en Wembley, busca superar por primera vez la fase de grupos en esta competición. Frente a las dudas y el agotamiento de los balcánicos, la euforia y al apoyo de su afición como grandes estímulos escoceses. Dos estados de ánimo contrapuestos derivados de sus expectativas y sus realidades. Mientras que el combinado de Zlatko Dalic lamenta tener solo un punto porque cayó ante Inglaterra y no pasó del empate frente a la República Checa, el corajudo grupo de Steve Clarke observa ese mismo punto como un tesoro. Igualados por lo tanto en la tabla, solo el triunfo les garantiza la clasificación. Y todo lo que sea no ganar condena a cualquiera a un adiós prematuro. Los vigentes subcampeones del mundo se encuentran bajo mínimos. Un desgaste que afecta sobre todo a Luka Modric, su metrónomo y junto a Karim Benzema el mejor jugador del Real Madrid en la temporada recién concluida a pesar de sus 35 años. La situación exige rotaciones en Croacia, más allá de la ausencia del lateral Borisic. Cara y cruz hasta ahora para los croatas en sus participaciones continentales. No superaron la fase de grupos en dos de sus cinco presencias, alcanzaron dos veces los cuartos de final y hace cinco años en Francia llegaron hasta octavos. No seguir en el torneo sería un fracaso que preludiaría una necesaria regeneración de la selección. Enfrente, los escoceses pueden hacer historia al abrigo de sus incondicionales. Compitieron en las ediciones consecutivas de Suecia-92 e Inglaterra-96, pero no accedieron a los cruces entre los elegidos. Ahora, presentan un bloque sólido, construido a partir de los centrales McTominay, Hanley y Tierney, que les permite soñar con argumentos. Pierden por covid-19 al joven Billy Gilmour, la gran irrupción ante Inglaterra.De Deportes https://ift.tt/3j0OnJq
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