
Cuando me acosté a las tres de la madrugada, después de ver ganar a Jon su primer grande, no podía dormir del subidón que tenía y ya a las 8.15 estaba dando clase en mi escuela, feliz de haber vivido algo mágico. Jon llegó a mí con 13 o 14 años porque yo daba clases de golf a su madre y comenzó a traerle con ella. Los chavales a esa edad son todo energía, pero enseguida se nota cuando alguien es especial, y Jon lo era. Tal y como mi padre me decía, «para jugar bien al golf hay que desayunar golf, comer golf y cenar golf», y eso hacía Jon. Ese carácter es idéntico al de Seve, es clavadito...
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