
Sergio Ramos consiguió redimensionar la historia del Madrid. Las Remontadas, que eran unas Termópilas que habíamos visto u oído de jóvenes, la épica más cercana, quedaron convertidas, por comparación, en unas gestas menores. Obsesivo como debería ser todo madridista, Ramos fue recogiendo todo en el palmarés de sus tatuajes, donde llevaba escrito el romance de su gloria. Frente a la perfección futbolística de Di Stéfano, que vendría a ser lo clásico, las remontadas de los 80 eran algo más cercano y vivo, ya colorido, con monstruos y rivales extranjeros como el Videoton que abatían unos héroes bajitos, españoles y simpáticos. Entre el complejo y la reafirmación, los Camacho, Santillana o Juanito venían a ser la bravura, la casta que tenían los...
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