martes, 8 de junio de 2021

El apellido Borg vuelve a iluminar la tierra de París

Roland Garros recibe al espectador con una figura de quien da nombre al recinto y de quien ha dado lustre al torneo, un Rafael Nadal que impresiona vestido de metal. Pero París también idolatra a otro histórico, que vuelve a recorrer las calles del complejo igual que lo hacía hace 40 años. «En la pista 9, Borg», se escucha por la megafonía y el personal vuelve la mirada. Porque es el apellido Borg, campeón seis veces en estas pistas, aunque de nombre Leo, igual de rubio, ojos celestes y espigado, pero 18 años. Sigue el vástago las andanzas del padre, sin que, dice, haya imposición. Su madre hubiera preferido que siguiera con el fútbol, deporte en el que también destacaba, o a cualquier otro, para evitar la presión. Pero elegida la raqueta quiere crecer a su aire, de ahí la explosión algo tardía. No pretende, ni puede, desligarse del apellido que tanto ha dado al tenis: en su primer partido en París jugó con un uniforme parecido al que llevó su padre. Despierta los mismos anhelos, con televisión en directo y ruedas de prensa concurridas, frenadas las expectativas por el entorno porque la afición se puede heredar, pero los genes del padre son únicos y no siempre se transmiten de generación en generación. «Pasé momentos difíciles al principio porque no entendía ese seguimiento, pero ahora estoy más acostumbrado y puedo controlarlo. No me molesta. Solo me concentro en mi objetivo y en mí», explicaba el adolescente sobre lo que significa apellido tan ilustre. Por ahora, la ilusión está ahí, en tercera ronda en París en los mismos días en que Bjorn senior, hace 40 años, levantaba su sexta Copa de los Mosqueteros –de 11 Grand Slams–, último torneo que jugó el sueco, alargada su leyenda ahora en manos de su hijo. Es muy difícil no comparar, pero es imposible asemejar estilos porque se juega en distinto tenis. Tampoco lo quiere la familia, que se reúne el jueves en París ya que el padre, se espera, entrega la copa al campeón el domingo. «Espero estar en el torneo todavía cuando llegue», bromeaba el hijo. No hay presión, sí empuje, apoyo, consejos, en la distancia para que vuele solo, a pesar del nombre. La responsabilidad de su aprendizaje recae en Rickard Billing, en el Royal Tennis Club de Estocolmo. Y hay maneras y buena actitud. Lo dicen los expertos, como los profesores dirigidos por Toni Nadal que lo observaron con lupa durante tres semanas en la Academia. «Intensidad y entusiasmo», destacaron desde Manacor. También el camino subraya estas cualidades, progresando con tiento en el circuito challenger, un escalón inferior al ATP, y con algún que otro premio como un título en Tel Aviv en 2019 y dos este curso, San José y Brasil Juniors Cup, e invitaciones a su primer ATP 250 el pasado marzo en Marbella, en las instalaciones que dirigió su padre en los años 80. Empieza a ser Leo, aunque no podrá, ni quiere, desvincularse de su apellido, que vuelve a ilusionar París cuarenta años después.

De Deportes https://ift.tt/2TVRBDD

Related Posts:

0 comentarios:

Publicar un comentario