
Mohamed es de una timidez avasalladora. Habla bajito y pausado pero siempre con frases firmes. Viste camiseta azul, es de baja estatura y en su pelo asoman unas rastas. Este joven de Sudán recién llegado a España a bordo del Aquarius contradijo, con tres frases, lo que los voluntarios de las ONG han estado repitiendo, como un disco, respecto a las sensaciones de los recién llegados: que tienen incertidumbre, que preguntan constantemente qué pasará con ellos. «Quiero aprender, convertirme en médico y quedarme en España», sentencia a las puertas de Cheste, adonde ingresaba con dos amigos después de comprar tabaco. En este complejo educativo, él y otras 475 almas tienen camas, comida, abrazos y algo de paz, después de ocho días (sin contar la travesía hasta ser rescatado) de un viaje en el que se embarcó para huir del horror. ¿Cómo se siente? -Ahora muy bien, muy feliz. ¿Cómo ha sido su viaje en el Aquarius? -Bueno, ha sido largo pero ha ido bien. ¿Qué quiere hacer ahora que está en puerto seguro? -Quiero aprender, tengo muchas ganas. Mi idea es convertirme en doctor. ¿Ha pensado en qué país quiere vivir? ¿España, Francia? -Sin duda, en España. ¿Por qué huyó de Sudán? -El Gobierno no es bueno. Es como una dictadura terrible. No hay educación y lo que siempre he querido ha sido aprender cosas nuevas. ¿Su familia se quedó allí? -Sí, todos, mi padre, mi madre, mi hermana y mi hermano. ¿Cómo están? -No lo sé, tengo muchas ganas de comunicarme con ellos pero no tengo móvil, aún no he podido. Solo espero que estén bien.
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