sábado, 30 de junio de 2018

Robnin, un mediocentro hecho en el frío

En Irkutsk los inviernos son fríos y helados. Es una ciudad rodeada de lagos y según la describía Verne en “Miguel Strogoff”, fue una zona de paso hacia oriente. Allí, en la Venecia siberiana, no muy lejos de Mongolia, nació Roman Zobnin hace 24 años. No era una ciudad eminentemente futbolera, pero contribuyó a formarle. “En el frío se desarrollan el carácter y la templanza más que cualidades técnicas”. Son rasgos de su fútbol seco, duro, eficiente pero sin una sola concesión al gusto. Un fútbol a veces áspero. Jugó primero en el Dinamo, donde Cherchesov ya le apoyó y después llegó el Spartak, su equipo actual. A su entrenador, el italiano Massimo Carrera, le preguntaron una vez por el jugador al que deberían parecerse todos los demás y no lo dudó: Zobnin. Lo explicó por su actitud de determinación. Era perfecta, siempre orientada hacia un objetivo. Es un jugador incansable y concentrado que además admite jugar en muchas posiciones. Por eso en su club se le ha visto de lateral, interior, extremo o mediapunta. Zobnin se define como “un jugador de equipo”, alguien que colabora con el resto. Es un jugador con pocos cumplidos hacia sí o hacia los demás. Cuando comenzó el Mundial le preguntaron si le pediría la camiseta a algún jugador y su respuesta fue de otra época: “No tengo como pasatiempo coleccionar camisetas”. En junio del 2017 se lesionó de gravedad. Su evolución se detuvo por una rotura del ligamento cruzado que le tuvo cinco meses de baja. El seleccionador le llamó constantemente, pero era una larga lesión que hacía peligrar por el Mundial. Se recuperó, ganó la liga con el Spartak, llegó al Mundial y se ganó un puesto junto a Gazinsky como mediocentro. El resto es conocido. En el equipo de Golovin o Smolov los ojos se han acabado yendo a ese abnegado box-to-box. En esa posición es más importante de lo que parece. Es el pegamento entre las líneas, el primero en atacar y el primero en defender y eventualmente pisa con solvencia las bandas. Es un mediocentro elástico y correoso en un equipo que no se ha roto fácilmente. Contra Egipto acumuló 25 balones ganados entre robos, intercepciones y rechaces. Con la continuidad en el juego y sin lesiones aparece el reconocimiento, la fama y otra cara de Zobnin. Se ha convertido en protagonista de un anuncio de máquinas de afeitar y ha empezado a mostrar su dimensión humana. En Samara invitó a un grupo de niños para que vieran el partido contra Uruguay, pero hace mucho más. Junto a su esposa creó una fondo con el objetivo de ayudar a personas desfavorecidos. La idea surgió como forma de agradecer la solidaridad que había recibido durante la lesión. La llamó “la respuesta del corazón”.

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