Arranca la semana que el PSOE ha diseñado en su hoja de ruta para ir poco a poco ganando tiempo a un mes de septiembre que en las próximas tres semanas deberá resolver el nudo gordiano de la gobernabilidad en España. Para los próximos días los socialistas han diseñado una agenda propagandística muy intensa cuyo punto cumbre será el martes, con la presentación por parte del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, del «programa común progresista». Un documento que se presenta más como un ultimátum que como un intento de negociación con Unidas Podemos. Como el presidente afirmó ayer en una entrevista en «El País» ese documento es una «tercera vía» entre el Gobierno de coalición y las elecciones. Es decir, lo que se plantea es un movimiento para situar a Podemos ante la disyuntiva de apoyar un Gobierno monocolor socialista, con el compromiso de implementar un programa que incorporaría muchas de sus propuestas, o rechazarlo y aparecer así como el actor que ha provocado la vuelta a las urnas. Los socialistas reducen el margen de negociación con Iglesias a poder realizar algunas modificaciones en ese programa. La negativa total a volver a poner encima de la mesa un Gobierno de coalición, como sí hizo en julio, con el argumento de que «los hechos tienen consecuencias» y que tras el 25 de julio «se quebró una confianza», pone de manifiesto algo obvio tras las últimas semanas y es que en Ferraz y La Moncloa ya se piensa en las urnas claramente. Y no se hará cualquier cosa con tal de evitarlas. Un papel, el del sacrificio total, que creen que debe corresponder a Pablo Iglesias. Porque están convencidos en el PSOE que Podemos no puede volver a presentarse en las urnas con el aval de haber bloqueado un gobierno de izquierdas. «Si al final el 10 de noviembre tenemos que ir a las elecciones porque no hemos sido capaces entre todas las formaciones políticas de resolver un laberinto que es bastante fácil de resolver yo estoy convencido de que los progresistas de este país van a apostar con mayor contundencia por el PSOE. Porque no solamente van a apostar por un programa progresista sino que van a querer cuatro años de estabilidad», manifestaba Sánchez en dicha entrevista. El mensaje de la campaña electoral está claro. Podemos en cambio basaría su relato en el rechazo de Sánchez y en su búsqueda de la abstención de PP y Ciudadanos como elementos para empujar a los socialistas fuera de los márgenes del electorado de izquierdas. Pero la prioridad es evitar esa cita con las urnas: «Aún estamos a tiempo de sentarnos a negociar un Gobierno de coalición progresista, que es lo que la mayoría desea. No podemos entender que el PSOE prefiera llevarnos de nuevo a elecciones para regocijo de la derecha y la extrema derecha», señalaron ayer desde Podemos. Las tensiones empiezan a aflorar en la izquierda mientras por la derecha, después de los fructíferos acuerdos postelectorales, empiezan a afilarse los argumentos para los próximos días. En ese bloque la clave principal es algún tipo de acuerdo entre PP y Ciudadanos, parcial o total, para dar lugar a la coalición España Suma. Un planteamiento del PP que desde Ciudadanos rechazan de plano, al menos de forma global. El vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, calificó este planteamiento como una maniobra del PP para resolver su «batacazo electoral». En una entrevista con Ep Aguado defendió los acuerdos como el que ha alcanzado él con Isabel Díaz Ayuso, pero ha considerado que un pacto previo son palabras mayores: «Otra cosa son las coaliciones preelectorales que te obligan a diluir tu propia marca y a ir compartiendo programa con otras formaciones políticas». Aunque no lo rechazó totalmente: «Siempre que se pongan en marcha tienen que ser con carácter excepcional y analizando caso por caso, por qué, cuándo y con quién», aunque alertó que «no siempre uno más uno son más que dos, a veces, incluso, son menos que dos».
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