sábado, 28 de septiembre de 2019

Galicia ante dos alternativas

La carrera hacia las autonómicas del próximo año está en marcha. El Debate sobre el Estado de la Autonomía de esta semana ha servido para constatar que en esas elecciones los ciudadanos tendrán dos opciones entre las que elegir. O la continuidad de Núñez Feijoo, un proyecto centrista con recorrido y hoja de ruta para la próxima década, o un cuatripartito de izquierdas, en el que socialistas, nacionalistas, populistas y mediopensionistas pondrían en escena desde el gobierno sus cuitas y fobias mutuas. Esto es, los gallegos tendrán que decidir entre la estabilidad que ha disfrutado Galicia desde 2009 y el bloqueo político que vive España desde hace cuatro años. La izquierda ha vuelto a demostrar en el debate de esta semana que no tiene ni representa una alternativa solvente al gobierno del Partido Popular. Ni hay programa político alternativo ni hay líder que lo sustente. Discursos vacíos, peroratas estériles, ocurrencias absurdas, soflamas repetitivas y gags sin chispa. No, la oposición en Galicia no tiene relato. El caso más paradigmático es el de Gonzalo Caballero, que volvió a llevar a la tribuna la nadería en la que se ahoga día tras día. Ni su peor enemigo podría haberle escrito un discurso tan insustancial como el que pronunció el miércoles. Está logrando hacer bueno a Pachi Vázquez, que ya había llevado al socialismo gallego a límites extraordinarios de ridículo y esperpento. Caballero es peor. Solo tópicos triviales y eslóganes que ni siquiera llegan a efectistas. Y esta vez, además, el despropósito de exhibir sin pudor alguno su sumisión a Ferraz, recordando a cualquier gallego despistado que él siempre subordinará los intereses de esta comunidad a la estrategia de su jefe de filas. Pensamientos propios no se le recuerdan muchos, al menos aquellos que se puedan interpretar como una discrepancia con Sánchez, pero no se le puede negar coraje para mostrar su sometimiento a Moncloa. Ahora se entiende perfectamente por qué ha estado tantos meses huyendo de la Cámara. Y también la alegría que no ocultó alguno de sus adversarios en el partido, que no son pocos, cuando decidió dar el paso y subirse al escaparate del Hórreo. Gonzalo Caballero naufragó esta semana otra vez, pero el rupturismo ni siquiera saltó al campo. Antón Sánchez carece de altura política para un envite de esta naturaleza. Y Villares, aunque esta vez sí acertó en el tono más que en otras ocasiones, vive más pendiente de Errejón, y de que le llegue desde Madrid un salvavidas de última hora que evite la disolución de su grupo, que de cualquier otra cosa. En realidad, todo ese espacio político está en otra cosa, no en el Debate sobre el Estado de la Autonomía. No están para diatribas parlamentarias ni para debatir cómo debe ser la Galicia de 2030. Toda su energía y atención se dirigen a la guerra civil abierta entre sus distintos clanes. Lo extraordinario es que grupos que se desprecian tanto entre sí pretendan convivir, entre ellos y con otros, en un gobierno de coalición. Con estos mimbres, un cuatripartito podría bascular cada día entre una película cómica y otra de terror. Un espectáculo al que no faltaría el BNG, muy desdibujado, por cierto, esta semana. Con un discurso que parecía, incluso, un tanto acomplejado, escondiendo su ideario independentista y sin atreverse a criticar abiertamente a sus eventuales socios socialistas. Da la impresión de que Ana Pontón opta ahora por encubrir la alianza con Bildu y Esquerra y tiende puentes con el PSdeG. Un tono más amable. El problema es que no es creíble. Ante este panorama, la clave de bóveda de los comicios de 2020 será Feijoo. Si el presidente de la Xunta da la batalla y opta a un cuarto mandato. Lleva semanas deslizando pistas que permiten deducir que es probable que acepte el envite. El discurso de esta semana va en esa dirección. Llevó a la Cámara una hoja de ruta para la Galicia de la próxima década. Un proyecto de amplio espectro, centrista. Ese es el valor de su marca, el valor añadido que le aporta a las siglas de su partido. El dique de contención frente a la división del centroderecha que condena a ese espacio político en otros territorios de España. Con Feijoo en el campo, sí hay partido. La temporada ya ha empezado. Hasta el otoño de 2020 queda mucha Liga. Pero las líneas del terreno de juego ya están marcadas. El Debate sobre el Estado de la Autonomía ha evidenciado que en esos comicios habrá dos opciones. Estabilidad o bloqueo. O la continuidad de Núñez Feijoo o un cuatripartito para Galicia.

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