domingo, 1 de septiembre de 2019

Los radicales de Alsasua pinchan en su marcha contra la Guardia Civil

Exactamente igual que un viacrucis, un recorrido con catorce paradas, una por cada «acto represivo». Así fue ayer el acto principal del Ospa Eguna, la fiesta contra la Guardia Civil que cada año se «celebra» en Alsasua (Navarra). La fiesta se inició contra la Guardia Civil. Continuó sumando al Ejército. Después a la Policía Nacional, que no tiene presencia en la localidad, y a la Policía Foral. La gran novedad de este año fue la incorporación de los políticos a sus colectivos «represores». De hecho, la segunda parada de su particular procesión se llamaba «4 de diciembre» y rememoraba el acto que convocó Ciudadanos en la Plaza de los Fueros de la localidad navarra y al que se sumaron representantes del PP y de Vox. Aquel acto hizo daño a los abertzales. Con aquel acto, los constitucionalistas les demostraron que las calles no eran suyas, que la plaza de los Fueros de Alsasua, donde tienen lugar los grandes actos de los radicales, no era solo suya. Por eso, sobre el quiosco que preside la principal plaza de la localidad, colocaron una imagen de Albert Rivera con el yugo y las flechas que adoptó como símbolo la Falange, una esvástica y los colores de España y, en una teatralización era enaltecido por un grupo de jóvenes con banderas españolas, por supuesto, enmascarados. En otro rincón de la plaza, una gran pancarta de «Faxistak Kanpora» (Fuera fascistas en euskera) y otra donde, además de Rivera también se intuía, porque la calidad no era muy buena, a Santiago Abascal y al líder de Navarra Suma, Javier Esparza. «Nos van a oír. Fascistas fuera de aquí», rezaba este último cartel. «Todos sabemos lo que ocurrió el 4 de diciembre: representantes del fascismo españolista, acompañados de su séquito mediático y protegidos por las fuerzas represivas, ocuparon nuestra plaza en un acto de odio hacia Altsasu». Dolió que les arrebataran su gueto particular. Y así todo el recorrido, desde la agresión a los dos guardias civiles y sus parejas de 2016, que los abertzales consideran un «montaje policial», hasta la muerte de un vecino de la localidad en una manifestación del año 1934. Sí, del año 1934. Por supuesto los simples controles de carretera e, incluso, la presencia del cuartel de la Guardia Civil, situado a dos kilómetros del casco urbano de la localidad, son «actos represivos». Ambiente de presión Ya lo afirmó la Asociación Dignidad y Justicia el pasado miércoles, cuando pidió la prohibición del Ospa Eguna: «Su finalidad no es otra que acosar y generar un ambiente de presión sobre un determinado colectivo, como son los miembros de la Guardia Civil, generando un clima de terror entre los miembros allí destinados hasta conseguir su aislamiento social». La Fiscalía de la Audiencia Nacional respaldó la postura de esta asociación al afirmar que «el acto trata de conseguir el objetivo táctico de la banda terrorista ETA, consistente en la expulsión de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas de la comunidad autónoma del País Vasco y de la Comunidad Foral de Navarra». Sin embargo, para el juez de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, no eran motivos suficientes para impedir la celebración del acto porque «no existen evidencias de que haya producido o se vayan a producir hechos delictivos». En su opinión, «no puede actuar el derecho penal con carácter preventivo» y los jueces actúan «ex post», es decir, después de que se haya cometido el delito. Es cierto que la marcha de este año transcurrió sin incidentes. También es cierto que participaron menos alsasuarras que otros años, apenas unos cientos frente a los miles de otras ocasiones. Y eso que está cerca la revisión por parte del Supremo de la revisión de la sentencia de la agresión a los guardias civiles y sus parejas que ha llevado a la cárcel a siete radicales de Alsasua.

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