Ya es primavera en Podemos

Más, incluso, que en El Corte Inglés. O eso al menos reza -pido perdón por el verbo, tratándose de Podemos- el cartel que cuelga en el escenario de una humilde -apenas 110 de aforo- sala. En ella, en breve, se dispone a ofrecer un mitin electoral la plana mayor podemita en Castilla y León, arropada por un Pablo Echenique en el papel de sobresaliente (seguramente el maestro estará paseando su coleta torera por plazas de mayor entidad). A las 17:55 apenas somos treinta personas en el tendido vallisoletano, si descontamos a los del gremio canallesco. Ellos y yo estamos allí por obligación (no se crean el nombre de esta sección. Un servidor no pasaba por allí. Tendría usía que, después de no haber ido en la vida a ningún acto político, me bautizara en uno de Podemos). Pero agradezco a ABC la oportunidad de comprobar y certificar a ojos vista lo que tantas veces he criticado en la distancia: la empanada ideológica que cocinan. A eso de las 18:10 la plaza llega a su máxima plenitud, unas sesenta personas y unos cuarenta asientos libres (he asistido a recitales poéticos con mucha más concurrencia). Mayoritariamente son gente muy normal, no hay ningún perroflauta a la vista, nadie que pudiera desentonar en una misa de barrio, un domingo cualquiera. Pero llama la atención la escasez de rostros jóvenes. No se percibe ya aquella enfervorecida esperanza en el cambio que acompañó a la formación de ultraizquierda en sus inicios, por mucho que el eslogan de campaña se empeñe en «garantizar el cambio» (esto de «el cambio» suena a estas alturas a «deja vu» revenido y más gastado que las suelas de Fred Astaire). Y no deja de ser paradójico que aquellos miles de jóvenes que, hace ocho años, también un 15M, daban carta de identidad a Podemos sean hoy, con su clamorosa ausencia, quienes certifiquen su más que probable fin. Intervienen por este orden: Miguel Holguín, candidato a la alcaldía de Valladolid; Verónica Mellado, segunda de a bordo; Israel Álvarez, secretario de organización en esta ciudad; Pablo Echenique y Pablo Fernández, el candidato a la Junta. Una mujer y cuatro hombres; mal empezamos con la paridad, colega, por mucho que se os llene la boca de «compañeras y compañeros» casi a cada segundo (¡qué culpa tendrá el idioma de vuestra ignorancia supina!). Y enseguida surgen los lugares comunes, esos que ha explotado Podemos hasta la saciedad: la maldad de los bancos, de las grandes empresas, de los ricos y poderosos frente a la bondad de los pobres, de los desfavorecidos, del pueblo oprimido y humillado. Y con una extenuante repetición de tópicos comienzan, cómo no, a ponerle ingredientes a la empanada: al tiempo que anuncian que hay que apostar por la industria, denuncian a Renault por chantajear a sus trabajadores (Israel Álvarez «dixit»); a la vez que aseguran que el primer eje de crecimiento y la panacea contra la despoblación en Castilla y León es apostar por el I+D+i (Pablo Fernández «dixit»), critican los sueldos de quienes se juegan su dinero para montar y hacer crecer las empresas (deberían saber que sólo quien arriesga gana... o pierde); a la vez que se declaran rendidos defensores de lo público cargan con rabia contra lo privado, sin entender, por ejemplo, que lo que permite sostener el sistema público de salud en este país es la existencia de una solvente sanidad privada; y lo mismo en el sistema educativo. Y proponen una ley de la memoria histórica -insondable oxímoron- para esta región. ¡Qué gran avance! Escuchándoles logro entender lo que es la bipolaridad esquizoide. Quizá si se escucharan a sí mismos, también ellos caerían en la cuenta. Al final del acto el respetable aplaude, sin mucho entusiasmo, pero con entrega. Y es entonces cuando pienso que la primavera en Podemos es un estado de ánimo sin fundamento. Si finalmente el Partido Socialista pacta gobiernos con ellos, ¡que Dios nos pille confesados!

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