
Rocío Monasterio ha resistido. Ha sobrevivido al fenómeno Ayuso, un ‘boom’ engrandecido por la totalitaria operación gubernamental para tener Madrid contra Madrid misma, y por el hundimiento de Ciudadanos, ya en las fauces del PP. Estas no eran circunstancias para Vox. Monasterio ha hecho una campaña, además, en un contexto de violencia, de violencia física y argumental. Ha tenido que acostumbrarse a que la llamen «nazi» y «fascista», porque lo de «ultraderecha» ya no era bastante. Y hasta esos ataques los ha patrimonializado a veces el PP, cuyos hábiles ecos mediáticos han rebañado para la causa, cuando les ha convenido, ataques que solo sufría Vox. Pero no ha sido lo único. Monasterio no lo tenía fácil desde la propia estrategia de...
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