sábado, 29 de mayo de 2021

A golpes de vida

A veces es necesario detenerse, poner los pies en la tierra para tomar impulso. Pasar por encima del día a día, de la realidad, del coñazo cotidiano de profetas de la pandemia y las vacunas, los indultos, el dolor y la desesperanza. Sobrevolar la mediocridad y falta de formas en las instituciones, la polarización de una sociedad que resucita cada vez más el lenguaje del odio, las izquierdas y derechas rancias, escoradas hacia uno y otro lado, que tan poco se acercan a la tolerancia y el entendimiento que necesita un mundo a oscuras. Con el tiempo uno aprende, o debiera, a desprenderse de lo superfluo, a valorar el tesoro que esconden las pequeñas cosas, cada minuto, cada segundo, como si no hubiese nada más allá, un día después de este día. Es la misma vida la que nos marca el camino cuando nos roba un pedazo de alma y nos hace crecer de repente. La tierra zamorana, tan pobre y generosa, abría esta semana su vientre para recibir a dos amigos en su último sueño. Paisaje de mi vida, parte mía desde la infancia y adolescencia, eternos jóvenes varados en mis recuerdos de verbenas y pasodobles, en los entrenamientos en una piscina junto a la más hermosa sirena del Duero. Así, asomada al precipicio de la memoria, me enfrento a una columna en blanco en la que querría escribir tanto sin decir nada, sin pensar, huyendo de este hacerse mayor, este entender la vida a bofetadas. Este vértigo, este vacío. Poner tierra entre la realidad y el sueño, cerrar los ojos y regresar a la feliz infancia, a la despreocupada adolescencia donde no cabía el dolor ni el miedo, donde el futuro era una enorme tentación que devorar a mordiscos como un bocadillo de Nocilla. Escribo a orillas del Lago de Sanabria, espejo de mis soledades, frente a las montañas cárdenas que me guardan los primeros pasos. Perdida en el mapa de los imposibles, necesitaba recuperar la niña que fui en este silencio, esta calma cartuja de mayo. Darme la paz, si sólo la muerte no negocia. Hundir los pies en el agua, pisar esta tierra negra que sabe mi nombre; buscar un guiño, una sonrisa, al otro lado de la vida, más allá de las montañas, bajo este cielo que anuncia tormentas, que todo lo ilumina y lo llueve. Crecer a golpes de vida.

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