
Como regalo de cumpleaños, una lección magistral del mejor maestro. Carlos Alcaraz recibió de manos de Rafael Nadal una clase privada, ante unas 2.000 personas en la pista central de la Caja Mágica, de la que aprender y acordarse para toda la vida. Una bienvenida a la mayoría de edad asfixiante y sin remordimientos, eso sí, depurada en 77 minutos (6-1 y 6-2). El futuro llega de muy buenas maneras, pero todavía hay muchísimo presente. El balear, estreno impoluto en el Mutua Madrid Open, se está acostumbrando, cosas de la vida, a enfrentarse a raquetas de nuevo cuño, talentos adolescentes con potencial a raudales, pero a los que les falta ese baño de realidad que ofreció ayer a Alcaraz, nervioso por el personaje y por el escenario. Pero admitía después que no está para la docencia, sus objetivos son otros, ajenos a quien esté al otro lado de la red. «No tengo que enseñar nada a nadie, él tiene a su equipo. Si algún día tuviera alguna duda y quisiera preguntarme algo, yo encantado, estamos aquí para ayudarnos y más si son compañeros y más si es un chico con muchas cosas positivas de carácter y de tenis. Pero mi motivación va más allá de una primera ronda». Al contrario que los rivales en formación que se va encontrando por el camino, con 34 años, el 2 del mundo juega casi de memoria, aunque todavía la falta de rodaje lo obligue a reencontrar automatismos, como con el saque, que tantos problemas le ha causado en esta gira de tierra y que tan bien hizo ya ayer. «Por la falta de competición y por algunos vicios hay que estudiar de nuevo. Y ya me siento cómodo y con confianza. Siempre hay un por qué, el gesto, las rutinas...», explicaba. El resto está listo para apuntar al sexto título en Madrid. Toca otro niño en el siguiente paso. Hoy, (15.00 horas, TDP y Movistar), Alexei Popyrin, 21 años, 76 del mundo, apodado ‘Pop’. Nació en Australia, pero vivió en Dubái y también en España, y habla español, inglés y ruso por el origen de sus padres, Alex y Elena, que alquilaban una furgoneta para ir con toda la familia de torneo en torneo. Todavía con poco pedigrí, se curte en la Academia de Patrick Mouratoglou. «Tiene un gran servicio, buena derecha. Otro jugador duro, pero estamos en un Masters 1.000, no puedes esperar otra cosa», analizaba Nadal, respeto siempre por el rival por la falta de referencias. «Con un joven siempre tienes ese gusanillo del desconocimiento. Y también es un peligro. Sus niveles pueden ir oscilando mucho. Tienen potencial, que no lo tienen asumido todavía, pero son capaces de producir esos picos en según qué momentos. Así que máxima precaución y respeto». Otra lección maestra porque al otro lado saben muy bien quién es Rafael Nadal. «Saldré y trataré de disfrutar. Es el más grande de todos los tiempos en tierra batida», asume ya Popyrin.
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