
Qué tonto resulta el fútbol y supongo que cualquier cosa cuando no nos jugamos nada. Qué pereza de partido ayer en el Camp Nou, fría noche en Barcelona, fría por lo que es Barcelona, intolerable abrigo gris claro de Valverde, de la parte trasera del cuello le salía una especie de banderola francesa. Intolerables, también, unos botones completamente innecesarios a la altura del culo. Pero de repente en el minuto 6, con un golpe de genio, de nervio y de coraje, recuperó Dembélé un balón en el centro del campo, robándoselo a Walker-Peters, y en carrera memorable progresó hasta el área para hacer el recorte que tanto le gusta antes de chutar, dejar sentado al central, y batir de un disparo cruzado a Lloris. Fue un gol que lo tuvo todo: presión salvaje, carrera mítica, cambio de ritmo, recorte y definición. Golazo de pantera, de jugador total, plenipotenciario, seguro de lo que hace, sabedor de lo que quiere, alas en sus pies, esperanza en su corazón. Llega tarde a los entrenamientos, quédate dormido con tus novias si esto es lo que necesitas para brillar, pero no dejes nunca de deslumbrarnos con tu potencia y tu talento, con tu velocidad de pantera letal e intuitiva. Todo era sopor, intrascendencia, fatuidad, ganas de ver cualquier serie, pero nos devolvió al fútbol tu magnífico latigazo, como el rayo que sacude al cuerpo hasta que brota el gemido. Poco a poco regresó el aburrimiento al Camp Nou y parecía que los jóvenes a los que Valverde les dio minutos se jugaran más que el Tottenham, que se limitaba a contemporizar, sin tener la clasificación asegurada. Muy bien Cillessen, que le ganó un uno a uno muy comprometido a Son. Decayó Dembélé, se borró Arthur, Coutinho, como Aute, sólo pasaba por ahí; y todo se volvió vulgar, más aburrido todavía. Precisamente Coutinho, en el 44, chutó al palo, como algo aislado que a todos sorprendió no tanto por su calidad como porque algo realmente interesante al fin sucediera en el terreno de juego. El joven andaluz, Juan Miranda, tiene un talento prometedor pero debe tranquilizarse y hallar el aplomo que le falta. Para jugar en el Barça, el talento no basta y hace falta también carácter. Pero la segunda parte no empezó hasta el minuto 62, cuando Messi sustituyó a Munir. Ovación al genio. Su nombre había ya sido coreado por el público cuando salió a calentar. El Barcelona recuperó el nervio, con los centrales muy intensos, tomándose finalmente en serio que no importaba nada. Vernaelen protestó un córner como si hubieran insultado a su hermana, Busquets se empleaba a fondo y Messi, aunque no entraba mucho en juego, tensaba el alma de su equipo, le daba norte y sentido. Cillessen lo paraba absolutamente todo, hasta los remates de las jugadas que habían quedado anuladas, fue el mejor del Barça. Coutinho en el 83, otra vez al palo. El Tottenham necesitaba el empate para clasificarse y Lucas Moura lo consiguió en el 85. Insólita explosión de júbilo en el Camp Nou, como si le expresáramos nuestros respeto, y nuestro amor, a la Reina de Inglaterra. El Barça cumplió el trámite con un gran gol de Dembélé y un Cillessen superlativo, y el Tottenham se clasificó como segundo de grupo.
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