domingo, 16 de mayo de 2021

Arte urbano como homenaje a los comercios de Lavapiés tras la pandemia

En la glorieta de la fuente de la calle de Argumosa todo el que se detiene gira la cabeza para contemplar la fachada del número 39. Subido a una escalera, Javi –conocido como Dirty– llena de color el beige exterior de La Libre. Con su mano derecha va alternando espráis con los que ‘grafitea’ el establecimiento. Pilar, la dueña de la cafetería, no pierde detalle mientras sirve los primeros desayunos. «El mural representa la pluralidad del barrio, cómo se une y crece y el movimiento», explica Dirty cuando hace un parón antes de rematar todo el esquinazo que da a la calle del Dr. Fourquet. Vecino de Barcelona, se ha traslado a Madrid solamente para participar en el festival C.A.L.L.E. de Lavapiés que este año homenajea a los comercios de proximidad y a los vecinos que tan mal lo pasaron durante la pandemia. Pilar puntualiza que a ella la obra le transmite «mucha energía y fuerza». «Estoy encantada. Desde que C.A.L.L.E. comenzó [esta es la octava edición] no he fallado un año, excepto el anterior que me gustó tanto la obra que la mantuve dos temporadas», dice. Cuenta que la comunidad de vecinos no le pone ningún impedimento para que el grafiti se quede expuesto el tiempo que ella quiera. «La Libre era una armería cuando compré el local. Primero puse una librería, que tuve hasta la crisis del 2008. Ya solo con ese cambio me los gané. Ahora, es una cafetería con libros de segunda mano», afirma, y remarca que «todo lo que se haga para el barrio es bueno». «Todo el año hay gente que visita las obras, hay turistas que pagan a un guía para venir a verlas. Eso nos favorece a todos, y también a los comercios», confiesa. Frente a ellos, en Argumosa 28, se encuentra la obra de Digo Diego, el artista invitado de la edición. ‘Travesías’ emula un barco de papel que sortea obstáculos representados por elementos urbanos, como señales o un cartel de se alquila. «La idea es convertir los comercios en un espacio para el arte. Hay desde murales hechos con pinceles hasta instalaciones con esponjas o fotografías. Cabe todo el arte urbano», indica Guillermo de la Madrid, comisario de Madrid Street Art Project. «En el festival participan 50 artistas con 50 obras en diferentes comercios, que pueden mantenerse o borrarse al final del festival, el 30 de mayo. Hay muchos que las conservan todo el año», continúa. Paloma pinta la fachada del restobar Raíces, en la calle Torrecilla del Leal - GUILLERMO NAVARRO Además, por primera vez, los mayores del barrio tienen un papel destacado: no solo se les homenajea, sino que ellos mismos han sido los encargados de recrear el cartel promocional –obra de Paul Lataburu que representa la vida, idiosincrasia y diversidad de Lavapiés– en la cristalera de Decoraciones Acevedo (Miguel Servet, 5), tienda con cuatro décadas de historia. Con paso ligero llega Conchita, una de las asiduas al Centro de Mayores de Antón Martín y, ahora, artista. Señala todas las partes que ella ha configurado. «La zona alta no la he pintado yo, que soy muy bajita y ahí no llego», dice con humor. Pilar y Carmen también la acompañaron en la hazaña. Llevan desde 2012 participando en las actividades de memoria y gimnasia del centro, ahora cerrado por la pandemia. «Cuando nos ofrecieron la oportunidad no tuvimos dudas», dicen las tres, casi al unísono: «Tenemos que ir poco a poco volviendo a hacer vida, aunque nos ha costado. Pero ahora al menos ya salimos a dar paseos». Sobre la pandemia, recuerdan a los compañeros que se han quedado por el camino: algunos debido al Covid; otros, por diversas enfermedades. «Hay muchos que cuando el centro de mayores reabra ya no van a estar», lamentan con tristeza. Ase Torralba pinta la Tasca Barea, en la calle de Embajadores, esquina con Rodas, regentada por Benjamín Ortega - GUILLERMO NAVARRO Siguiendo la ruta, Paloma pinta en el restobar Raíces (Torrecilla del Leal, 15). «Me dedico a hacer cuadros con cemento, me impacta que un material tan básico se convierta en arte, pero intervenciones solo hago desde Navidad», dice con uno de los botes con el decora el exterior del negocio de José. «Quería trasladar volúmenes a la pared y poner toda la fachada, que estaba llena de parches, en orden y en equilibrio», confiesa ella. José la observa. Abrió el restaurante solo una semana antes de que se declarase el primer estado de alarma. «Hemos sobrevivido a lo más duro, pero esto es un chute de energía. La gente respeta el arte urbano, si no tuviéramos la fachada pintada cualquiera nos la ensuciaría», opina el dueño del local. En el número 2 de la calle de Rodas, Ase Torralba termina su obra de la tasca Barea. «Son reinterpretaciones geométricas del interior del bar», dice el artista jerezano. Benjamín abre mientras el pequeño local, de solo cinco mesas y que puso en marcha en 2017. «Los murales dan vida, llevamos cuatro años participando y lo mantendremos hasta la siguiente edición», revela. La ruta finaliza en el 14 de la Ronda de Valencia, donde Ironeva ultima los detalles de ‘Creadoras de Universos’, mural que habla del papel protagonista que desempeñan las mujeres en la creación, ya sea de arte, de espacios o de vida.

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