domingo, 28 de enero de 2024

El golf, un reducto de las gestas por honor y no por dinero

El golf es un deporte tan ancestral que aún mantiene algunas costumbres que hoy consideramos extrañas. Por ejemplo, el hecho de que en los torneos compitan a la vez los profesionales y los amateurs por premios diferentes. Esto viene de antaño, aunque en los siglos XIX y hasta mediados del XX la situación era distinta. El golf era un deporte de ricos, que lo jugaban los amateurs como mera distracción, mientras que los profesores y trabajadores de los clubes se ganaban el pan. Desde que en el primer Open Británico participaran ocho pros hasta los niveles de profesionalización de hogaño, hay todo un mundo. Pero aún se siguen reservando plazas en los torneos 'de mayores' para que los menos expertos puedan competir al máximo nivel. Y no es raro que, de vez en cuando, alguno salga respondón como Nick Dunlap , que a sus veinte años se hizo con el American Express del PGA Tour por encima de las estrellas del Circuito Americano. Hacía 33 años que ningún aficionado repetía la hazaña de Phil Mickelson en 1991, pero lo que más ha llamado la atención a los no iniciados es que el joven de Alabama tuviera que renunciar al millón y medio de dólares de premio para el ganador. Mas ahora que ya ha cambiado de estatus y debuta como pro en Pebble Beach, podrá prestarle más atención a su cuenta bancaria. «Son las normas y cuando uno pincha en el 'tee' del 1 ya sabe en qué categoría está jugando», comenta Marta Figueras-Dotti , presidenta del Ladies European Tour y en su día ganadora del Open Británico cuando todavía era amateur. «En el golf se permiten unas ciertas plazas para las figuras en ciernes, todos lo sabemos y cada cual lleva su presión. Los profesionales porque se juegan su sustento y los chavales porque quieren medirse a los mejores y ver cuál es su nivel real para cuando den el salto». Ahora bien, en su caso la madrileña ya había avisado a las pros de la época cuando se hizo con el 'British' de 1982. «En ese momento no pensaba en el dinero, eso ya llegaría después cuando me afiliara al LPGA. Lo único que quería era llegar en forma para terminar la temporada con la universidad de Southern California, de la que formaba parte. Era muy consciente de mis cualidades y, como ya había quedado subcampeona con anterioridad, sabía que ese título estaba a mi alcance. No me sentía acomplejada por jugar ante ellas; al revés, me motivaba el poder ganarlas», remata la pionera. Un caso similar lo vivió Pablo Martín en el Abierto de Portugal de 2007. El malagueño era la estrella de Oklahoma State y, merced a su condición de número uno del mundo amateur, recibió algunas invitaciones para participar tanto en pruebas del PGA Tour como del Europeo. Y en una de estas últimas rompió la banca. «Fue un poco sorprendente porque no tenía referencias del juego de los profesionales y en principio las expectativas eran muy bajas. Esto a veces es bueno porque te das cuenta del nivel universitario que hay en Estados Unidos, que hace que si te salen las cosas bien en cuatro días puedas estar compitiendo contra cualquiera del mundo», recuerda. Cumplir con la universidad Esa semana de Estoril estuvo precedida por una motivación que le infundió mucha energía. «Cuando me despedí de mi entrenador colegial para ir a Portugal me dijo que fuera a ganar, que otro antiguo alumno como Scott Verplank ya lo había hecho antes y que lo tenía en mi mano. Eso me abrió un poco la mente y me hizo confiar más en mis posibilidades». Y claro, cuando se llevó la copa y se le planteó la opción de hacerse profesional de inmediato, lo tuvo claro. «Yo sabía que en esos momentos no competía por dinero, sino por ser el mejor de mi liga, y como todavía teníamos que jugar los Nacionales universitarios en junio esperé hasta entonces para cambiar de carnet y poder debutar como pro a lo grande en el Open USA», rememora. Aunque estas sorpresas se producen tanto en competiciones masculinas como femeninas, es en estas últimas donde son más habituales. Y esto se debe, según explica Mar Ruiz de la Torre, presidenta del comité femenino de la Federación Española , a que «las chicas tienen claro que deben luchar por la victoria cada semana y todavía van más motivadas si le pueden ganar a una profesional. Las preparamos desde pequeñas para que sean las mejores en lo que hagan» y eso lo notan las pros actuales, aunque ellas hayan pasado también por ese proceso. «Cuando yo gané en Bélgica en el LETAS de 2015 fue un alivio porque me estaba jugando la tarjeta después de jugar todo el año como aficionada; pero ahora las niñas vienen mucho mejor preparadas y acompañadas, sin todas las dudas que teníamos nosotras», indica Natalia Escuriola. Marta Sanz, que había vencido el año anterior en Suecia, también vio reforzaba su moral al ver que «estaba preparada para jugar y ganar a las pros; la verdad es que ni pensé en el dinero, porque era todavía una niña y solo quería llevarme el torneo», resume.

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