sábado, 28 de octubre de 2023

Las tarjetas frenan a Nueva Zelanda

Todo estaba preparado para que la final entre Nueva Zelanda y Sudáfrica fuera la mejor de la historia. Ambos equipos llegaban como los más laureados de los campeonatos anteriores y en el Stade de France parisino se iba a dirimir quién ejercería la supremacía absoluta en el futuro. Sin embargo, le costó mucho al partido tomar ritmo. A los dos minutos se produjo la expulsión de Frizell por una dura entrada al africano Mbonambi que acabó con ambos fuera del choque, uno sancionado y el otro lesionado. Y, aunque los verdes sumaron tres puntos en su casillero, el espectáculo tardó aún diez minutos en llegar. A los 'Sprinboks' les dio por correr con un jugador más y forzaron a sus rivales a cometer indisciplinas. Como consecuencia, a los 12 minutos ya mandaban por (0-6). Ahora bien, ya con el XV completo al cumplirse la tarjeta amarilla, los oceánicos empezaron a carburar. Se quitaron de encima la agobiante presión de sus rivales y sacaron por fin esa velocidad que les caracteriza. Con alegría, talento y espectáculo de cara a los aficionados. Lo que quedó claro desde entonces es que los dos conjuntos iban a mostrarse rácanos a la hora llegar a las líneas de marca . En cuanto tenían un golpe de castigo a su favor optaban por lanzar a palos en lugar de buscar los ensayos. Y en ese juego poco ofensivo los verdes tenían más que decir (3-9), sobre todo en los últimos minutos del primer tiempo, cuando se volvieron a ver en superioridad. Sam Caine acabó en el 'sin bin' y eso volvió a ser un bálsamo para los de Jacques Nienaber, que se vinieron arriba y acogotaron a los 'All Blacks' en su territorio . La revisión de la sanción del ala desembocó en tarjeta roja mientras los 'Bockets' seguían sumando (3-12). La perspectiva de jugar 46 minutos más con un hombre menos dejaba las aspiraciones de los del helecho plateado en una dimensión heróica. Consiguieron apretar para llegar al descanso (6-12) con muchas dudas sobre su futuro. En busca del milagro La historia del deporte está repleta de momentos épicos. De hecho, es lo que hace que los aficionados se enganchen a los desenlaces más inesperados. Los más cafeteros confiaban en que los negros remontasen como en un guion cinemato y la expulsión del capitán verde Siya Kolisi a los cinco minutos así lo hacía ver. El afán por aprovechar su superioridad le llevó a ser excesivamente agresivo y acabó en la banda sin poder jugar. Los oceánicos, por vez primera en el partido, se vieron con opciones. Estaban en igualdad numérica y tenían condiciones para superar a la bisagra compuesta por De Klerk y Pollard. Para eso debían sacar sus mejores armas a pasear y todo empezaba por mantener las posesiones y tratar de llegar con el oval controlado a la línea de marca. Y demostraron sus intenciones cuando, con un golpe de castigo en la línea de 22 rival, decidieron ir a 'touche' en lugar de a palos. Querían sumar puntos de siete en siete y no de tres en tres. Las hazañas mejor hacerlas a lo grande. Tuvieron una primera ocasión con un ensayo anulado de Aaron Smith que después ya completaron con otro de Beauden Barret, el primero que recibían los sudafricanos en una final. Nunca en las tres anteriores sus rivales habían sido capaces de posar el balón en su territorio. El momento más emotivo de la noche llegó cuando Sam Whitelock saltó al campo a disputar su tercera final en su último partido internacional. Y la presencia del líder de Crusaders que sus compañeros levantasen tímidamente el vuelo . A los últimos veinte minutos se entró con el choque muy abierto (11-12) y con un ritmo alocado espectacular. Además, la última amarilla para Kolbe hizo que en los últimos ocho minutos se igualaran las cosas en la cancha. Mas los nervios traicionaron a los 'All Blaks' y Sudáfrica terminó llevándose la gloria.

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