El único español con las zapatillas mágicas de los récords

Carlos Mayo estaba entrenando en Sierra Nevada cuando recibió la llamada de Adidas. Le pedían que viajase a Londres para grabar el anuncio de una nueva zapatilla. «No es que me viniera muy bien porque estaba en plena preparación. Pero nada, puse a la marca por delante y me fui para allá». El aragonés, campeón de Europa sub-23 de 10.000 metros y 13º en los pasados Juegos Olímpicos de Tokio sobre esa misma distancia, aterrizó en la capital inglesa un poco a ciegas. A esas horas aún no tenía ni idea de que era el elegido para protagonizar la campaña publicitaria a nivel mundial de un prototipo revolucionario, un modelo exclusivo con el que Adidas se disponía a dar un golpe sobre la mesa. Noticia Relacionada Atletismo estandar Si ¿Récords de atleta o de zapatillas? La importancia del calzado tecnológico en las nuevas plusmarcas de maratón Javier Asprón Tras los sorprendentes registros de Assefa y Kiptum, los deportistas se defienden: ayudan, pero no es lo más decisivo Semanas más tarde, la etíope Tigist Assefa destrozaba el récord del mundo en el maratón de Berlín con el modelo de zapatillas que Mayo se había calzado en Londres: las Adizero Adios Pro Evo 1. Assefa, y otros estandartes de la marca alemana, estrenaron allí ese prototipo exclusivo del que, de momento, solo hay 521 unidades en todo el mundo. Un epítome de innovación tecnológica condensada en únicamente 138 gramos de espuma, carbono, caucho y un tejido mínimo. «Eso es lo primero que sorprende, la ligereza. Es una locura», cuenta el español al hablar de su primer encuentro con la zapatilla. Adidas presume de haber rebajado un 40 % el peso respecto a cualquier otro modelo de running de la marca, una característica que la convierte en única. «Yo la probé en cinta, en un día bastante largo de grabación. Para alguien como yo, que sufre mucho con las rozaduras, es una ventaja que sea tan cómoda. También sentí más que nunca esa sensación de que la zapatilla te impulsa hacia delante». Mayo aún recibió una sorpresa más tras su viaje relámpago a Londres. El par con el que realizó la prueba, el 158 de esa primera edición numerada, era para él. De momento, es el único atleta español en disponer de uno. «Es un privilegio que no sé si merezco», explica con humildad. El corredor ya tiene fecha para estrenarlas. Será el próximo 22 de octubre en el medio maratón de Valencia, anticipo de su debut sobre los 42,195 kilómetros, que hará en esa misma ciudad un poco después, el 3 de diciembre. Usará el mismo par en ambas pruebas, lo que contradice a quienes aseguran que su pequeña lámina de caucho en la suela las convierte en inservibles tras un solo uso. «Haré también un entrenamiento antes del medio maratón. Y si todo va bien, me las pondré en casa para adaptarlas a la forma de mi pie. Hay que administrarlas, pero no son de usar y tirar». Mayo se estrena sobre la distancia en busca de la mínima olímpica para París 2024 (2:08:10). Tampoco descarta el asalto al récord de España de Ayad Lamdassem (2:06:25). «Quizá sea un osado, pero es que tengo que serlo. No me queda otra. Mi objetivo es ir a los Juegos y tengo que pensar en esas cosas. Ver la forma en la que corrió Assefa en Berlín me da un extra de confianza. Las zapatillas están ayudando muchísimo, pero creo que también se está aprendiendo a entrenar». Y es que Mayo, al igual que muchos otros atletas, coincide en que el mayor beneficio de una zapatilla como esa no está en la carrera, sino en los entrenamientos. «Desde que salieron los modelos con placa de carbono me lesiono mucho menos. Incluso ahora, que estoy metiendo mucho más volumen para el maratón, no estoy teniendo problemas. Se recupera mucho mejor, hay menos fatiga. Con otras zapatillas, estaría en el filo». Al récord femenino de Assefa le sucedió, solo dos semanas después, la plusmarca masculina del keniano Kiptum , que se quedó a solo 35 segundos de bajar de las dos horas con las Nike Alphafly 3, otro prototipo que aún no está a la venta. El duelo tecnológico entre los dos grandes fabricantes de zapatillas de running está al rojo vivo. «Al final, los beneficiados somos los atletas», concluye.

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