Por lo general, hay adelantados a su tiempo que destacan fuera de su época; son innovadores o genios que aportan cualidades no vistas y por lo general incomprendidas por sus contemporáneos. Sin embargo, utilizando el símil taurino, hay otros que también están fuera de cacho en su momento simplemente porque no ha tenido suerte con los toros que les han correspondido en el sorteo. O, incluso teniendo buenos morlacos, porque les va a tocar compartir cartel con la principal figura de la historia. ¿Qué habría sido de Phil Mickelson de no haber coincidido con Tiger Woods a lo largo de su carrera? No es fácil de asegurar, pero no cabe duda de que varios de los 18 ‘majors’ ganados por el Tigre habría acabado en sus vitrinas. De haber sido así, la leyenda del zurdo sería aún más grande de lo que era hasta el domingo pasado, cuando ya acumulaba cinco grandes entre sus 44 victorias en el PGA Tour. Con el segundo trofeo Wanamaker ganado en Kiawa Island ya atesora seis galardones del Grand Slam en una colección que también cuenta con tres chaquetas verdes y una Jarra de Clarete. Pero lo que sorprende no es que el de San Diego haya sido capaz de hacer historia al convertirse en el más veterano en ganar un torneo de este tipo; ni siquiera que sea el más laureado de todos los que están actualmente en activo, pese a que él oficialmente pertenezca al circuito de veteranos. Lo que más llama la atención es que ha ganado en el campo más largo de la historia y a los mejores jugadores del momento, a la mayoría de los cuales dobla en edad. Al margen de unas cualidades físicas y una elasticidad portentosas para sus 50 años, hay que buscar el secreto de Mickelson más allá del gimnasio. Por un lado, nunca ha sido un jugador obsesionado por jugar a lo loco y ha cuidado mucho sus calendarios, hasta el punto de anteponer sus necesidades personales a las deportivas y de cortar anticipadamente sus campañas para dedicarse a su familia. También se ha rodeado de gente de su entorno que le ha reforzado su autoconfianza en los malos momentos (sus diez subcampeonatos en ‘majors’ hundirían a cualquiera) y, sobre todo, ha sabido sacar el máximo partido a su genialidad. Con el reciente apoyo de su hermano Tim como caddy y con la meditación como arma secreta, ha conseguido subir un último escalón en su carrera para situarse en un tramo inalcanzable para los demás: ahora tiene condiciones, confianza, veteranía y un poder mental extra para ganar en los momentos más duros. Por eso se ha convertido en un rival temible al que no se le ve el final. Ahora tiene a mano los retos del Open USA y la Ryder Cup, inimaginables hace una semana, y el público lo sabe. Por eso es el más seguido por la afición y la gente le venera. Como hacían con Seve. Los genios siempre triunfan.
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