
Después de tres capítulos estupendos, muy bien resueltos y con muy buenas maneras, llegó Inglaterra a Sevilla y le pintó la cara a España, grotesca la primera parte en una noche para olvidar. Con esta derrota, la primera de la nueva era, le toca a la selección ir a Zagreb para cerrar su clasificación para la final four de la Liga de las Naciones, pero casi que le debe preocupar más echar un rato en el rincón y pensar en cómo pudo pasar algo parecido entre las 20.45 horas y las 21.22. En 37 minutos, los británicos ya mandaban 0-3 y a la españolía, a la que se le debe pegar un tirón de orejas por los abucheos al God save the Queen, se le acababan las palmas. Fue, en definitiva, un primer tiempo para olvidar, penoso en todos los sentidos, y suerte que se reaccionó algo después del intermedio. De todos modos, no bastó y el suspenso es de manual. Y eso que a España se le vio animada en un inicio efervescente, con los dos conjuntos soltando puños, cada uno a su manera. Tuvo el equipo de Luis Enrique dos ocasiones muy buenas, ambas en acciones a balón parado (un remate de Thiago en una jugada ensayada perfecta, otro de Marcos Alonso que se estrelló en la cabeza del portero), pero se fue desbravando la selección y se desangró en todas sus líneas. Fue llamativa la tibieza de una defensa caricaturizada y el centro del campo, en su totalidad, las pasó canutas, siendo especialmente mala la actuación de un Busquets más errático que nunca. Nada se puede salvar de esta España tan plan, tan floja, tan vulgar. De la primera cornada que se lleva Luis Enrique, seria y profunda, cabe extraer alguna conclusión para no reincidir. Gareth Southgate preparó mucho mejor la cita y sus chicos, insultantemente jóvenes (solo uno superaba los 25 años, el once de menor edad desde 1959), sometieron a un rival que ni las veía venir. Se llevó España tres bofetadas sonoras y absolutamente nadie se salvó de la quema, una calamidad difícil de comprender. Kane, descomunal Inglaterra, más allá del desparpajo de sus imberbes futbolistas, tiene una virtud que vale un tesoro. Gustará o no, pero sabe a qué juega y no altera ese plan bajo ningún concepto, tan interpretable es el fútbol. Vaya por delante que no es un equipazo, e incluso pueden parecer exageradas sus semifinales en el Mundial de Rusia, pero compite de maravilla a partir de la presión, la verticalidad y el talento de sus atacantes. Kane es un jugadorazo genial que hace muchas más cosas que goles, y Rashford y Sterling son dos flechas que encima tienen olfato. Entre los tres, y con la inestimable ayuda de unos centrales blandísimos, cocinaron la goleada del primer tiempo. Al cuarto de hora, Kane recibió en solitario, le dio tiempo a girarse, asistió a Rashford y éste filtró para que Sterling, con un disparo imparable, superara a De Gea. A la media hora, y después de una pérdida grosera de Busquets, Kane dejó solo a Rashford para hacer el segundo. Y en el 37, con la defensa en Babia, una pelota templadita llegó a Kane y le regaló el tercero a Sterling. Así fue la secuencia del estrépito. Le quedaba a España rescatar la furia, el orgullo y todos esos conceptos a los que se recurre cuando no hay otra cosa, y en la reanudación escampó la tormenta. Por inercia, la selección fue embotellando a Inglaterra y hubo quien imaginó el milagro cuando Alcácer, en la primera que tuvo (es real, en la primera), encontró el camino que los Rodrigo, Aspas y Asensio (mal el balear, decepcionante) no encontraron anteriormente. Es la confianza, dice Alcácer, y debe ser así ya que en diez remates este curso ha marcado diez goles. El de ayer llegó de cabeza en un saque de esquina y su impresionante estado de forma obliga a que se reabra el debate del «9». Quizá, solo quizá, ahora es el momento de que lo lleve él. Tenía España tiempo, más de treinta minutos por delante, y pudo cambiar radicalmente el escenario en un lance claro de penalti y expulsión. Pickford, el portero inglés que se ha encargado de acabar con la burla de ese casi cómico trabajo en las Islas, dignificó a sus predecesores con un calamitoso intento de regate sobre Rodrigo. Le salió mal, claro, y el atacante español se hizo con la pelota y enfiló a la portería, pero le sujetó el guardameta e incluso le desequilibró. Era penalti y era roja, pero el polaco Marciniak pasó de todo. De todos modos, no debe valer como excusa para esta mala España, a la que no le dio ni para festejar el gol de Ramos. Llegó en el 97, todo demasiado tarde.
De Deportes https://ift.tt/2pUmHsZ
0 comentarios:
Publicar un comentario