lunes, 1 de octubre de 2018

Entre el murmullo y la renovación

El fútbol no tiene memoria y por este motivo se pasa de la euforia al catastrofismo en cuestión de horas. Es la dictadura del resultado, que encumbra y derroca a entrenadores. Y Ernesto Valverde se encuentra bordeando esa fina línea que delimita la intersección entre ambas posturas. Los últimos tres tropiezos en Liga (Gerona, Leganés yAthletic) que le han hecho perder siete de nueve puntos posibles, han encendido el murmullo en el Camp Nou. La grada empieza a cuestionar la capacidad del entrenador para dirigir la nave azulgrana y poner rumbo hacia el ansiado triplete, o como mínimo la Champions. Mientras, la directiva, que antaño le puso a los pies de los caballos tras la debacle en Roma, trata de tranquilizar los ánimos y abordar una renovación con la que transmitir la confianza en un proyecto de futuro. «A mí me gustaría que siguiera Valverde, es un entrenador de club, me gusta cómo se relaciona con nosotros y con los jugadores», aseguró hace pocos días Josep Maria Bartomeu, que abundó en su intención: «Nos sentaremos porque tiene opción a una temporada más. La fecha ideal sería durante el mes de marzo, entonces debemos saber ya qué pasa de cara a la temporada siguiente. Cuando hablamos sabíamos que triunfaría y estamos muy contentos de cómo le van las cosas. Siempre fue nuestra primera opción». El presidente ya mantuvo una primera reunión hace dos semanas con Iñaki Ibáñez, representante del técnico para acercar posturas. Mientras tanto, Valverde lanza balones fuera. Aunque asegura que se siente respaldado por la directiva no olvida el «burofax» que le enviaron a través de ABC el día de la final de Copa en la que desde la zona noble no se aseguraba su continuidad si perdía ante el Sevilla. «No he hablado con nadie del club. Los entrenadores vamos día a día y semana a semana. Me parece prematuro hablar de eso a estas alturas», aseguraba recientemente. Un equipo irreconocible Lo cierto es que los últimos resultados han encendido el ventilador de las dudas en el entorno barcelonista y el partido de este miércoles ante el Tottenham se antoja trascendente. El juego del equipo no estimula al socio, las lagunas defensivas hipotecan los resultados y no se vislumbra capacidad de reacción en el técnico, que al margen de no encontrar soluciones, abusar de un once tipo y escoger mal las rotaciones, presenta una nula autocrítica en unos vicios que se vienen intuyendo desde hace tiempo. A todo ello, se le suma la dependencia de Messi, sin el que el Barcelona se convierte en un equipo vulgar, sin fondo de armario y muy previsible.

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