Los vecinos de Cicero, una pequeña ciudad al norte de Nueva York, aún recuerdan el sonido diario del balón rebotando contra el suelo. Lo asocian automáticamente con Breanna Stewart, cuya rutina cuando era una niña consistía en salir de casa y dar largos paseos por el vecindario con la pelota mientras se enfrentaba a rivales imaginarios. Así comenzó a forjar su leyenda, la que le ha llevado a ganar sendas medallas de oro en el Mundial (2014) y en los Juegos (2016) y a ser elegida MVP de la WNBA, donde este año se proclamó campeona. Palmarés al que sumó ayer un nuevo oro mundial y su primer MVP en este torneo. Stewart es el presente de Estados Unidos, pero también el futuro. Si hasta ahora había ocupado un papel secundario en la selección, en esta Copa del Mundo de Tenerife eso ha cambiado radicalmente. Veteranas como Sue Bird o Diana Taurasi le han cedido el protagonismo y es ella la que lidera al equipo, que logró su sexto título consecutivo en grandes campeonatos. «Hace cuatro años era muy joven. Era nueva en el equipo y sabía que no iba a jugar mucho, pero me dediqué a aprender de mis compañeras tanto como pude. Este año, en el Mundial, quería tener dar un paso adelante y ayudar a Estados Unidos a seguir ganando», reconoce la jugadora de las Storm, la única que ha ganado cuatro títulos universitarios en la historia del baloncesto americano. Fue siendo parte de las Huskies de UConn cuando empezó a llamar poderosamente la atención. Sus brazos interminables y su facilidad para botar la pelota recuerdan a Kevin Durant. «Me gusta mi cuerpo. Cuando era una niña tenía problemas para encontrar ropa con mangas que me sirvieran, pero cuando entendí lo que era capaz de hacer gracias a mi envergadura dejó de preocuparme. Quería ser la mejor», apuntaba hace unos meses, poco después de publicar un artículo en el que contaba su mayor secreto. Todo ocurrió cuando tenía 9 años y un hombre empezó a abusar sexualmente de ella en casa de un familiar. La pesadilla de Stewart duró dos años, los que tardó en reunir el valor suficiente para contárselo a sus padres. «Nunca he ido a terapia, no he querido hablar de ello ni revivirlo. Es algo que he tratado de ocultar, pero eso solo sirve hasta un determinado momento. He llorado mucho, sobre todo cada vez que he tenido que explicárselo a un ser querido porque es cuando me daba cuenta de que todo aquello había sucedido de verdad. Que no era solo una pesadilla horrible. Estoy enfadada porque se aprovechó de una niña que nunca recuperará esa parte de su vida. Y porque hay recuerdos que nunca van a desaparecer», escribió hace poco la jugadora, justo tras conocer una historia similar revelada por la gimnasta McKayla Maroney. La herida de aquellos años sigue abierta, pero ya no atormenta a Breanna, la gran estrella de este Mundial, que logró ayer el MVP. Si lo consigue cerraría una temporada perfecta. Relevo confirmado en un equipo de ensueño que mantiene su hegemonía en el baloncesto femenino.
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