
Con la cara descubierta y por las claras. Los inversores saudíes que están detrás del proyecto para crear una Superliga de golf han querido dejar claro que van en serio y han decidido contactar con las estrellas del momento en el lugar en el que están ahora todos reunidos: Kiawa Island. Hace dos jornadas se reunieron con los principales agentes de las figuras y les mostraron las líneas maestras de su idea, que rompe totalmente con la estructura profesional de este deporte y a la que le esperan escollos, hoy por hoy, insalvables. A diferencia de los intentos fallidos que ha habido en otros deportes como el baloncesto, el rugby o el fútbol, en este caso no se trata de replicar los modelos deportivos existentes con mejores participantes y más dinero; lo que pretenden con el golf es crear una competición diferente. Se trataría de una cerrada a 48 jugadores que disputarían una veintena de semanas por todo el mundo en torneos a tres días que tendrían una clasificación similar a la de la Fórmula 1. Habría 12 equipos de cuatro hombres (al estilo de las escuderías) que competirían tanto por sus franquicias (cuyos patrocinios saldrían al mejor postor) como individualmente. Aunque todavía hay muchos flecos por cerrar, se disputarían al menos la mitad de las pruebas en Estados Unidos y un buen número en Arabia Saudí; pero lo que de verdad tentaría a los jugadores son los fijos que se garantizarían por jugar, nunca menores a los 20 millones de dólares por temporada. Lógicamente, estas cantidades pueden no ser definitivas para los diez primeros del ranking, pero para veteranos del estilo de Phil Mickelson o Tiger Woods, o para los jóvenes valores, son una auténtica tentación. De todas formas, y eso los organizadores lo saben, su principal problema no estriba en reclutar a sus participantes, sino en convencer a los actuales rectores del golf mundial. El PGA Tour Desde que surgieron los primeros rumores de esta nueva competición, el Circuito Americano se mostró tajantemente en contra. No quieren, bajo ningún concepto, quedarse sin sus figuras durante veinte semanas al año, lo que repercutiría gravemente en sus torneos y en los importes que reciben de patrocinadores y televisión. De ahí que, para proteger sus intereses, amenazaron con expulsar del Tour a quienes consumasen la escisión. Y para ello contarían también con el apoyo del European Tour (asociado suyo), con los organizadores de los cuatro majors y con la Federación Internacional (que rige la clasificación olímpica). Es decir, que o siguen con ellos o los disidentes se podrían olvidar de participar en torneos convencionales y en sumar puntos de ranking como se ha venido haciendo hasta ahora. Después de la reunión de esta semana en Carolina del Sur, los agentes ya saben las líneas maestras del proyecto, que no se trata de ningún castillo en el aire, y así se lo trasmitieron al PGA Tour, que se mostró dispuesto a escuchar, al menos de momento. La propuesta parece seria y, teniendo en cuenta el carácter pragmático de todas las partes, no se descarta que en breve pueda iniciarse una negociación a varias bandas que pueda ser provechosa para todos. «Yo apoyaré lo que sea mejor para el deporte del golf y para los jugadores», comentó Bryson DeChambeau, mientras que Jon Rahm pidió «no ser molestado más con este asunto hasta que no haya una proposición concreta sobre la mesa». El español, con razón, considera que ahora mismo es una distracción más que otra cosa y prefiere centrarse en la temporada tal y como la conocemos. La solución podría venir con muchos millones sobre la mesa y un intento de coordinar los calendarios para que las figuras pudieran compatibilizar los Circuitos y la Superliga. Un cisma no beneficia a nadie y con dinero y voluntad, todo se consigue.
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