Título: Nise, la tragedia de Inés de Castro. Autor: Jerónimo de Bermúdez. Compañía: Nao d’amores. Dramaturgia y dirección: Ana Zamora. Intérpretes: José Luis Alcobendas, Javier Carramiñana, Alba Fresno, José Hernández Pastor, Natalia Huarte, Ernesto Arias e Isabel Zamora. Escenografía: Ricardo Vergne. Dirección musical: Alicia Lázaro. Coreografía: Javier García Ávila. Asesor de verso: Vicente Fuentes /Fuentes de la Voz. Vestuario: Deborah Macías (AAPEE). Iluminación: M. A. Camacho. Escenario: Teatro de Rojas. La historia y la leyenda de Inés de Castro es apasionante. Nao d’amores sintetiza las dos obras sobre el tema del fraile dominico Jerónimo Bermúdez (1530?-1599), que, más que inspirado, casi había realizado una traducción libre de la Tragedia mui sentida e elegante de doña Inés de Castro, del poeta portugués Antonio Ferreira (1528-1569). Excelente el trabajo teatral, así como el rigor filológico de la propuesta dirigida por Ana Zamora, que realiza un acercamiento preciso a la pronunciación de la época de composición, atendiendo con rigor a la fonología y la fonética oportunas. De la tragedia de Ferreira podemos afirmar que es en su conjunto una pieza maestra, una de las obras dramáticas de valor universal y una de las más poderosas realizaciones teatrales del Renacimiento. El tema es histórico, relatado en la Crónica de Pedro I. Jerónimo Bermúdez escribió Nise lastimosa (1577). La figura central de la tragedia a la que presta toda su grandeza es la infeliz e inocente Inés de Castro, amante del príncipe Pedro el Justiciero, a la que manda matar el rey Alfonso de Portugal. Nao d’amores ha entrado de lleno en la tragedia y ha sabido distinguir muy bien los planos de valores positivos, como el amor feliz y confiado del inicio, de los contravalores, como el de los cortesanos envidiosos que persuaden al rey para que ordene asesinar a Inés. No habrá clemencia por más que se apele a ella y la solución trágica se lleva a cabo. El largo monólogo del príncipe Pedro es de una altura dramática inigualable. El final de esta propuesta escénica desarrolla la segunda obra de Bermúdez sobre el mismo asunto, una continuación de la tragedia titulada Nise laureada (1577), en la que dramatiza no sobre el hecho histórico, sino sobre la macabra leyenda de la coronación de Inés después de muerta. Es evidente la tensión dramática de la primera parte, donde el amor y la dulzura humana son patentes, a la vez que se plantea ese aspecto trágico en el que chocan la pasión del sentimiento y la frialdad de la razón de Estado. Es en la primera parte, en la que se narra el meollo de la tragedia, donde la expresión de las emociones adquiere todo su protagonismo y donde Ana Zamora y su excelente elenco de actores y músicos trabajan minuciosamente cada verso, cada palabra, cada forma de pronunciar, cada gesto, cada movimiento, cada coreografía y cada canción o fondo musical para conseguir una dosificación equilibrada del 'pathos' de toda la acción, dotando al fluir de la representación de un alto valor poético, una lírica dulzura y un empaste interpretativo que hacen ver a los intérpretes tan bien acompasados como lo suelen estar los músicos de una orquesta. No es que los actores y actrices y la dirección den un sesgo al final, sino que es precisamente el texto de Bermúdez el que decae de ritmo, pues tiende más a lo filosófico y el valor dramático y poético evidentemente decaen; es como si la muerte de Inés dejara un paisaje baldío y su coronación, su reinar después de morir, una ficción en la que los fogosos sentimientos que antes se han vivido ya no aparecen. Ana Zamora, con su dirección habitual, sabia y brillante, ha construido una dramaturgia a partir de las dos obras de Jerónimo Bermúdez Nise Lastimosa y Nise Laureada, con diversidad de ideas, como las expresadas más arriba (el amor de Inés y Pedro, la tragedia y la muerte), pero también la posibilidad de un cuestionamiento de la realeza, que ya no parece respaldada por el mítico origen divino, sino muy delimitada por el contravalor de la injusticia. Es muy interesante y están muy bien expresadas estas situaciones centradas en el rey Alfonso, en las circunstancias de las decisiones reales y en el tejemaneje de los mestureros. Ha logrado con esos ingredientes que riegan el vergel del drama desde los cimientos del teatro griego (ahí está el coro) un espectáculo estéticamente bello, que transmite emociones y temas eternos, como el amor, las intrigas palaciegas, el abuso de poder, la crueldad, la venganza, el amor filial, las influencias negativas de los cortesanos, las decisiones “non divinas”. En los espectáculos de Nao d’amores, y éste no iba a ser menos, se combinan todos los elementos con un equilibrio exquisito. En Nise nos envuelve una armoniosa gama de colores: marrón, beige y blanco, más el color madera de las plataformas de la escena y de los instrumentos musicales incluidos. Nos fascinan las voces con su claridad y su finura de intensidad, tono y timbre y su sentir filológico; todo ello para decir el verso con la eufónica fonética renacentista, donde los ritmos sintácticos no nos impiden apreciar rimas y cadencias. Incluso las texturas del vestuario se nos presentan en un prodigio de originalidad y sobria belleza. La iluminación también forma parte de la poética: acentúa ya el lirismo ya el patetismo, según la ocasión lo requiere. Incluso la escenografía, sencilla pero bien pensada para cambiar de planos con diversidad de alturas, en la que se integran como elementos estructurales los instrumentos musicales, el clave y el órgano, forma parte del armónico equilibrio que todo el escenario ocupa y sirve de marco organizador del movimiento continuo de los actores. Significativa es la música que ha recopilado Alicia Lázaro de fuentes musicales diversas y bien traídas; espléndido resulta el efecto vocal del coro con la impactante voz solista del cantante que aporta un efecto alucinógeno al espectáculo, como si esas canciones llevaran confusa la historia y clara la pena. Relevantes también los instrumentistas. Y me dejo para el final del meollo lo importante, eso que en el teatro siempre ponen los imprescindibles: los actores y las actrices. José Luis Alcobendas, Javier Carramiñana, Alba Fresno, José Hernández Pastor, Natalia Huarte, Ernesto Arias e Isabel Zamora, simplemente magníficos, sobresalientes. La vocalización más perfecta que pueda escucharse, el verso sin sonsonete, el castellano antiguo con fidelidad fonológica, la expresión corporal de verdaderos yoguis, el movimiento coreográfico que deviene en símbolo. No sería justo singularizar por más que en el monólogo del rey Pedro nos lleve casi al paroxismo. En suma, Nise, la tragedia de Inés de Castro, de Bermúdez/Zamora, es un espectáculo con historia y leyenda, con amor y drama, con sencillez y complejidad, con temas eternos y otros de circunstancia, con emociones y juicios racionales, con bella plasticidad para los ojos y armónica sonoridad para los oídos, con la exquisitez artística de un menú degustación. Con prolongados aplausos, el público toledano estaba dando las gracias por tan excelente trabajo y por el acierto del Teatro de Rojas al programarlo.
De España https://ift.tt/2SkKDHl
0 comentarios:
Publicar un comentario