viernes, 21 de mayo de 2021

«La cárcel te rompe por la mitad»

Cuando Álex Parra salte hoy al cuadrilátero romperá el último grillete. Habrán pasado nueve años desde la última vez, un larguísimo parón forzado por las malas decisiones y dos estancias en la cárcel que cortaron de raíz una próspera carrera pugilística. Ahora, cerca de los cuarenta y tras salir completamente libre de una condena de más de siete años, este excampeón de España amateur del peso ligero se da una tercera oportunidad. Vuelve al boxeo, al único lugar donde nunca perdió el control. «Quiero probarme. Luego, igual me dan dos bofetadas nada más empezar y me ponen en mi sitio, pero no voy a quedarme con las ganas». El regreso de Parra se producirá en el Campo de Fútbol Municipal de Magán, en Toledo, en una velada organizada por dos de sus ángeles de la guarda, el promotor Enrique Soria y el entrenador David Arribas. Bien podría ocurrir como en las antiguas películas de boxeo, que justo cuando suene la campaña y Parra se dirija hacia su oponente se congele la imagen y se sobreimprima en la pantalla la palabra 'fin'. Porque eso será otra historia. La que importa ahora es el camino recorrido por este madrileño criado en Vallecas, en el barrio de Palomeras, el mismo lugar donde sigue viviendo hoy en día. «Yo empecé a boxear para defenderme. Era pequeñito y hasta los 15 años no me desarrollé, así que en esos años siempre me tocó cobrar. Convencí a un amigo para apuntarnos juntos en el gimnasio del Rayo y un mes después ya estaba haciendo peleas. Fue por un panameño que andaba buscando chavales para sacar pasta, y allí que me fui como un kamikaze. Era un niño y me tiré al charco». Esa primera etapa, parece lógico, no salió bien. Pero los que de verdad sabían del negocio apreciaron sus cualidades. «Un antiguo boxeador, Miguel Sánchez 'El Chafao', me dijo que si quería progresar que me fuera a entrenar con José Valenciano al gimnasio Barceló. Y eso es lo que hice. Aquello era otro nivel y acabé siendo campeón de España amateur». Ese título abría un horizonte completamente distinto a Parra, que con 19 años empezaba a ser visto como una gran promesa. «Cuando quedas campeón de España automáticamente te ofrecen ir a la selección. Pero el boxeo amateur es muy difícil si quieres salir a pelear al extranjero. Yo tenía claro que quería dar el salto, también porque mi altura y mi forma de boxear eran más adecuadas para eso». Su entrada en el terreno profesional resultó asombrosa: «En cuestión de un año y medio hice ocho peleas y las gané todas». El madrileño volaba hacia la pelea por su primer título, pero el destino le jugó una mala pasada. «Se quedó embarazada mi mujer y la paternidad me vino grande. Dejé el boxeo de lado. Al año y medio de nacer mi hijo le diagnosticaron sepsis por meningococo, una enfermedad grave que casi le cuesta la vida. Entré en depresión. El siguiente paso fue empezar a delinquir». El primer robo fue en una administración de loterías. Más tarde llegaron las sucursales de bancos. Aún no sabe con certeza qué pasó por su cabeza para cambiar los guantes por las armas. Cuando a Parra le detienen por primera vez, en enero de 2008, llevaba más de cuatro años sin boxear. Curiosamente, la cárcel le sirvió para volver a ponerse en forma. «Mi primera etapa en prisión me vino bien. Lo que normalmente a otros les hunde a mi me ayudó a levantarme. Allí dentro conoces muchas cosas, y aunque en general todo es malo se pueden sacar lecciones muy valiosas». Esa primera condena se prolongó durante dos años entre las cárceles de Soto del Real y Navalcarnero. A la salida, los entrenamientos entre rejas le permiten volver a pelear en solo nueve meses. «Salí con 75 kilos, pero en nada ya estaba otra vez en 63. Estaba con muchas ganas». Eso sí, los resultados no parecen tan buenos. «Según cómo se mire», corrige Parra. «En el primer combate, después de seis años sin pelear, gané por K.O. a Pereira, que estaba invicto. Luego es verdad que pierdo dos peleas, pero contra rivales muy buenos». Vida tranquila Estamos en 2012 y Parra lleva una vida tranquila. Para entonces ya tiene tres hijos, todos varones. Cada mañana los lleva al colegio, charla a la entrada con el resto de padres y luego se marcha a trabajar, porque desde hace meses da clases de boxeo en un gimnasio. Por la tarde, de nuevo al cole a por los niños y vuelta a casa. Nada distinto de cualquier otro, salvo por un pequeño detalle. «Mi diferencia es que cada día me levantaba a las cinco de la mañana y me iba a vigilar entidades bancarias». El boxeador siente que el dinero de las clases no le llega y decide volver a robar bancos. «Estudiábamos los horarios de entrada del director de la sucursal y actuábamos. Siempre era a primera hora, sin clientes dentro. Y puedo decir que nunca se hizo daño a nadie. A ver... Miedo había, eso no lo voy a negar, pero cuando se les explicaba lo que queríamos y entendían que no les iba a pasar nada se tranquilizaban». Parra es detenido por segunda vez en junio de 2012, justo después de dejar a sus hijos en el cole. «Esa detención casi me rompe por la mitad. No digo que no fuera justo, pero tenía mi vida muy estabilizada y un contrato encima de la mesa para pelear por el campeonato de España con Rudy Encarnación. Pasé de poder iniciar una carrera internacional a tener una condena de siete años y pico por robo y tenencia de armas». La vuelta a prisión, esta vez, no tiene nada de aleccionador. «Tuve momentos muy complicados. Lo peor era no ver a mis hijos. Estaba acostumbrado a dormir cada noche con ellos y levantarme cada día ya era terrible... También me tocó vivir entre rejas la muerte de un sobrino y la de mi padre. Son golpes que ahí dentro no se llevan bien». El boxeo vuelve a aparecer como salvador. «El padre de Enrique Soria nos llevaba mucho material a Estremera y nos hinchábamos a hacer deporte. Al final gracias a eso fui saliendo adelante». Gracias a un amigo consiguió un trabajo fuera que le permitió gozar de sus primeros permisos. «Al principio entré en una empresa de compraventa de coches. Después llegó lo de transportista, que es lo que sigo haciendo ahora». Cuando llegó la ansiada libertad volvió a vivir con su madre. Ahora busca piso cerca de Arganda, en cuya escuela de boxeo entrena casi a diario preparando su vuelta al ring. También lucha a diario para recobrar la confianza de sus hijos: «La relación es buena, pero han crecido sin su padre y entiendo que para ellos es raro», lamenta. «En la vida tomas decisiones», explica. «Y en función de eso tienes que asumir también las cosas buenas y las malas. Yo hice lo que hice y pagué mi peaje. Ya está, se hizo así y se asume. No hay más».

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