En el Tarajal, saliendo de la playa, Aiman hacía ayer el símbolo de victoria. Este joven, que dice ser hijo de un militar «abandonado» por el Gobierno de Marruecos tras una enfermedad, lanza sus dedos al aire al llegar a Ceuta. Ha conseguido pasar con sus amigas, bordeando los dos espigones de la frontera al borde del medio día. «No hay trabajo ni nada allí. Soy barbero, pero qué hago allí con mi padre enfermo. Vengo buscando una esperanza. Así todos. Si abre la frontera no queda nadie en Marruecos en 24 horas», señala este chico, que pregunta por el lugar donde le pueden identificar como menos, puesto que tiene 17 años. Es uno de las más de 8.000 personas... Ver Más
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