Frente al antiguo edificio de Aduanas de Tui, Julio Fernández atiende el Bar Casa Quiroga. En el establecimiento escasean los clientes desde que en febrero Portugal decidió cerrar las fronteras con España ante el avance del coronavirus en el país. Julio muestra una fotografía antigua de la zona situada junto al antiguo Puente Internacional sobre el río Miño abierto hace ya 137 años. En ella se ve aún en pie el lazareto construido a finales del siglo XIX para que los extranjeros guardasen cuarentena en los periodos de epidemias. «Hasta los años 80 aún estaba en pie, aunque ya no se usaba», explica Julio. Ahora sólo hay un aparcamiento vacío mientras la pandemia del Covid ha obligado a los habitantes do Baixo Miño a acostumbrarse a vivir nuevamente de espaldas a la «raia». «El concepto de frontera para nosotros desapareció hace muchos años», explica el alcalde de Tui, Enrique Cabaleiro. El viejo puente internacional era hasta febrero una calle más por la que gallegos y portugueses cruzaban a pie o en coche a diario para hacer compras o visitar a familiares o amigos entre Tui y Valença. La comarca del sur de la provincia de Pontevedra es el ejemplo perfecto de las eurorregiones que promueve la UE desde Bruselas. La economía está totalmente interconectada con hasta 150.000 gallegos y portugueses que desarrollan su actividad laboral y empresarial a ambos lados del Miño. El intercambio de mercancías también es constante. Un estudio encargado por el Agrupamento Europeo de Cooperación Territorial Río Miño (AECT Miño), estimó que en el primer confinamiento de la primavera de 2020, se perdieron 96 millones de euros en facturación en los 26 ayuntamientos del territorio transfronterizo ante las restricciones de movilidad. De los 1.200 kilómetros que separan España de Portugal, 70 se corresponden a la zona del Baixo Miño. Por ese 5% de territorio transitan habitualmente el 50% de vehículos entre ambos países. «El cierre de la frontera supone el estrangulamiento de nuestras economías que viven del país vecino, los sectores más damnificados son la hostelería, los servicios y la restauración», explica el alcalde desde el viejo Puente internacional ahora custodiado por agentes de la Policía Nacional y la Guardia Nacional Republicana (GNR) portuguesa. Desde allí pueden contemplarse los atascos que a diario sufren los trabajadores que tienen que cruzar la raia por el único paso abierto las 24 horas en la provincia de Pontevedra a través de la autovía A-55. Sólo pueden pasar camiones que transportan mercancías, trabajadores transfronterizos o personas con otras causas justificadas como la asistencia a una consulta médica o padres y madres que llevan a sus hijos con sus ex-parejas. Lisboa y Madrid acordaron el cierre de fronteras pese a que la de Francia continúa abierta. Miriam González se ha visto obligada a cruzar el puente de la A-55 a diario entre semana. Residente en A Guarda (Pontevedra) y se desplaza a su trabajo en unos astilleros de Vilanova de Cerveira (Portugal). El cierre del paso que usaba habitualmente le obliga a dar un importante rodeo. «Tardaba 20 minutos en llegar al trabajo y ahora son 40-45», lamenta. «Económicamente también es el doble por el gasto en combustible y los salarios de Portugal son bastante precarios», explica. Además el mayor tiempo en los viajes al trabajo le complica también su vida familiar. «Mis hijos ya no duermen en casa conmigo porque los tendría que levantar a las cuatro de la mañana. Ahora tengo que levantarme mucho antes para poder llegar a tiempo al trabajo», indica. Desde la zona llevan tiempo reclamando que se abran más pasos fronterizos las 24 horas. Otros dos puentes que cruzan el Miño en Pontevedra, están abiertos pero sólo durante unas pocas horas al día. «Los que están en Madrid y Lisboa no saben cómo se vive en esta zona. No tenemos fronteras. Estamos casados españoles con portugueses. Somos hermanos. Deberían hacer algo para que nos sea más fácil vivir en esta zona», pide también Noelia Salgueiro. En el anterior cierre de fronteras de la primavera, Salgueiro tuvo problemas con los GNR portugueses para atravesar la frontera. Casada con un portugués tienen casas a ambos lados del Miño. En esa temporada estaban usando la vivienda lusa, aunque ella trabaja en Tui y sus hijos estudian al lado gallego de la frontera. Aunque al final no la llegaron a multar, Salgueiro tuvo que separarse de su marido y su hijo mayor durante unos meses para evitar los problemas. Controles de pasajeros en la frontera portuguesa con Galicia - MIGUEL MUÑIZ Desde el primer cierre de fronteras, alcaldes portugueses y gallegos han unido fuerzas para intentar que Madrid y Lisboa rectifiquen su decisión y permitan una mayor movilidad en la zona. Además de varias acciones de protesta conjunta, eurodiputados gallegos y portugueses han anunciado que llevarán el problema a la Unión Europea para exigir compensaciones económicas ante el cierre de los puentes. El alcalde de Tui, Enrique Cabaleiro, lamenta que desde los gobiernos de España y Portugal les estén haciendo caso omiso. «Si hubiese una coordinación más efectiva no habría que cerrar fronteras», indica Cabaleiro. El regidor entiende que se debe de tener cuidado para intentar frenar el avance del coronavirus, pero denuncia que se han dado situaciones paradójicas. «Se llegó a dar el caso de que en Valença y en Tui teníamos una incidencia de casos de coronavirus casi inexistente y no podíamos pasar. Sin embargo, en Madrid había muchos más casos y sí se podía venir», censura. El Boletín Oficial del Estado (BOE) publicaba ayer la prórroga del cierre de fronteras hasta el próximo 17 de abril. La incidencia acumulada del coronavirus a 14 días en Portugal ronda ahora los 62, una cifra similar a la media gallega.
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