
Los aplaudidores en pandemia están ahí. Siempre son los mismos, y hay días que repiten el sobretodo y la mascarilla, porque la campaña los devora y cuelgan sus andanzas y sus fatigas en el internet. Andan en la brega de lo suyo, que es aplaudir y sonreír a las ocurrencias prefabricadas de su candidato, al que toleran, o respetan, o aguantan con las nalgas prietas como recomendaba Cela. Incluso sonríen cuando Ángel Gabilondo ensaya algo así como un chiste metafísico, que ya es compromiso a su causa. Y como el San Ignacio de Gabilondo, los aplaudidores saben que «en todo, amar y servir». Los aplaudidores brillan ahora en la batalla de Madrid, como una infantería de liberados/voluntarios con carnet y con...
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