
Un legado familiar guardado en una finca. Un incendio fortuito en ella que pudo aumentar las sombras de la Historia y una historiadora que trata de rescatar las influencias intelectuales de unos sabios, los «omes sabidores» de Salamanca, que con sus diálogos y debates en clases y conventos como el de San Esteban de la capital charra, trazan sendas ideológicas de lo que fue la sublevación comunera en 1520. Todos ellos son también los mimbres de una historia que cumple quinientos años, pero una historia aún por descubrir. El V Centenario de la Batalla de Villalar (1521), que acabó con el movimiento comunero contra Carlos V y que se conmemorará en dos días, es una fecha para tratar de arrojar luz también sobre los nombres de los intelectuales que con sus ideas contribuyeron a la sublevación. Una influencia poco estudiada a la que le sigue la pista desde hace años la profesora en Historia de la Educación de la Universidad de Valladolid, Claudia Möller. Su tesis doctoral, leída en 1999, tuvo como directores a grandes historiadores como Manuel Fernández Álvarez y Águeda Rodríguez Cruz, junto al gran hispanista Joseph Pérez. Es una de las escasas investigaciones centradas en la procedencia de las ideas que ayudaron a difundir el movimiento comunero. La pista que siguió Möller surgió de Joseph Pérez, al coincidir en el Archivo de Simancas y resaltar Pérez la gran cantidad de bachilleres y licenciados que integraban la lista de los condenados por la rebelión. La profesora Clauda Möller, en la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valladolid - HERAS Una historia no estudiada. ¿Por qué? Responde Möller que «durante 500 años se habla de lo mismo», las batallas, los hechos, «pero no se va al archivo» para ver de dónde surgieron las ideas que hablaron de limitación del poder del monarca o del respeto al bien común y un problema es también la dificultad de la lectura de la letra del Siglo XVI. Además, Carlos V ordena que todas las actas municipales del movimiento comunero fueran quemadas y las personas vinculadas a la Universidad de Salamanca tenían un fuero propio y un tribunal, la Audiencia Escolástica, cuyos fondos han sido abiertos tan solo hace unos años (estuvo cerrada por bula papal). Elementos estos que contribuyen a que no se haya arrojado luz sobre esta línea de investigación. Tintes novelescos Además, la Historia toma tintes novelescos y categoría de arqueología documental porque algunos de esos archivos fueron guardados e, incluso, enterrados por las familias de los implicados en la revuelta. Muestra de ello es que, en diciembre del año pasado, a apenas cuatro meses del V Centenario de Villalar, una descendiente de los Maldonado contactó con Möller para trasladarle información sobre un archivo de la familia ligado a la rama de Pedro Maldonado Pimentel, uno de los capitanes comuneros. Estaba en una finca y hace años fue trasladado. Posteriormente, se produjo un incendio fortuito por un cortocircuito en la propiedad. Milagrosamente, el legado Maldonado estaba a salvo. Ahora, custodiado en el Archivo Histórico Nacional de Toledo, queda su estudio. Lo mismo sucede, según Möller, con muchos archivos «que deben estar en manos privadas que desconocen su valor» y que aportarían nuevos datos a la Historia. Posiblemente, también la Universidad de Valladolid aportó intelectuales e ideas que contribuyeron a que la Guerra de las Comunidades fuese lo que fue, pero no se ha estudiado, según esta historiadora. Muchos de los condenados tras la sublevación estaban ligados a la universidad Para Möller, en las facultades de Teología, Derecho Canónico y Derecho Cilvil de Salamanca se dieron unas tendencias, «un microclima de ideas» que contribuyó a la causa. «Era el centro del saber por excelencia», generando la circulación de ideas y personas y había un «retorno a los clásicos, a Platón en concreto», señala. Ahí se aúnan Filosofía y Religión. Es el tiempo de Francisco de Vitoria, de Domingo de Soto, y otros grandes nombres, en un clima de diálogos en que los profesores no solo leen y los alumnos repiten, las «repetitione», sino en que los textos se comentan y discuten. Son las «disputationes», las «quaestiones» y las argumentaciones. Está el aporte de la escuela de los Dominicos, influidos a su vez por Savonarola, los colegios mayores y menores, y los teólogos escriben un documento de reivindicaciones que estará en el origen del manifiesto comunero y la Ley Perpetua de la Santa Junta reunida en la Catedral de Ávila en 1520. Surge la idea de la limitación del poder real, del «juicio de residencia», que «los pecunios de Castilla hay que gastarlos en Castilla», dice Möller, -ya que un elemento desencadenante de la revuelta es la convocatoria de Cortes por parte del Rey Carlos para aprobar más tributos con que sufragar sus acciones en el extranjero-. Para Möller, en esta «revolución» se perdió una guerra en Villalar, pero no las reivindicaciones y Carlos V fue cumpliendo las demandas que antes fueron comuneras. Además, Salamanca era asesora real desde los Reyes Católicos. En ella se teje una maraña de relaciones, de poder y contrapoder entre la Corona y el ámbito académico. «Es el momento en el que el poder quiso saber y el saber pudo», dice Möller. Entre los nombres vinculados a la revuelta, muchos estaban ligados al Estudio Salmantino. Möller cita que, «ajuntados en Salamanca una noche, los líderes comuneros, entre ellos los Maldonado, le dijeron al catedrático de leyes Alonso de Zúñiga que debía ir a Ávila para redactar la Ley Perpetua» en la Santa Junta Comunera. Él se negaba: dejar de dar clase suponía multa y pagar a un sustituto. Ante la reticencia, Pedro Maldonado le da un ultimátum: «Es por el bien común, o vas o prendemos fuego a tu casa». Zúñiga fue a Ávila. Pero también es quien habló a la Reina Juana en Tordesillas en nombre de todos. Además, también ha quedado el legado de la relación de la Corona con la Universidad de Salamanca: la Reina Juana financió la fachada de la misma y quiso que en ella se plasmara un ideario humanista platónico, cuya lectura se observa en sus figuras -la revuelta se produjo con las obras a la mitad-. El propio Pedro Maldonado era un representante en lo que hoy sería el Consejo Social de la Universidad, la representación de la sociedad en la institución académica. «No eran masas enardecidas como en la Revolución Francesa, sino gente con conocimientos», según Möller, que considera que este movimiento es «una revolución», a su vez, influencia de otras como las americanas. Los cabecillas procedían de «familias poderosas» cuya participación no se explicaría si no es por un ideal, porque ellos, de cualquier modo, no perderían privilegios y, sin embargo, lo pagaron con su vida. Algunas de esas ideas, irradiadas por Salamanca.
De España https://ift.tt/3sxetF3
0 comentarios:
Publicar un comentario