Dice Luis Rubiales que está «muy feliz» tras la decisión del juez Sánchez Magro de permitir que se disputen encuentros los viernes y que sin embargo no se celebren los lunes. Deduzco que dicha felicidad se desprende de haberse salido parcialmente con la suya. Pero se entiende bastante mal que el presidente de la Federación esté feliz en medio de esta bochornosa situación en la cual a una semana del inicio de la Liga no se sabía cuándo iba a comenzar el campeonato. Es difícilmente entendible que esté feliz cuando el fútbol español se ha dividido en dos partes, aparentemente irreconciliables, y se ha mandado un claro mensaje al mundo de que en España somos incapaces de resolver civilizadamente incluso hasta un litigio sobre la hora y el día en el que le damos patadas al balón. El máximo responsable del balompié nacional no debería estar nada feliz, y mucho menos orgulloso, del deterioro de la imagen a la que él, con su inflexible postura, ha contribuido. No debería estar feliz de que el fútbol español ofrezca una imagen de improvisación, de inseguridad jurídica, de poca seriedad. No le resto responsabilidad a la otra parte, la que representa Javier Tebas. Pero al fin y al cabo el presidente de la Liga lidera a una serie de clubes, empresas en su inmensa mayoría, que se juegan sus dineros y tienen todo el derecho a tener intereses privados. El presidente de la Federación representa, como bien han recordado incluso los jueces, a una entidad de interés público que debería preservar los intereses del fútbol español y no a una especie de frente por ver quién detenta el poder o quién saca mayor tajada de la tarta. Tebas también tiene la culpa, pero antes de que él llegara a la presidencia de la Liga los derechos audiovisuales valían 600 millones y ahora se venden por más del triple. A muchos aficionados no nos gusta que se juegue los lunes, pero si queremos que aquí vengan los mejores futbolistas del mundo, habrá que pagar determinados peajes, que por cierto también se abonan en el resto de grandes ligas europeas. Nos puede llegar a caer más simpático el discurso de Rubiales que el de Tebas, pero es este último quien ha conseguido meter en cintura a los clubes y que ahora estén al día con la Seguridad Social y Hacienda; es él quien ha hecho posible que los equipos acometan un ambicioso plan de renovación de sus estadios; es la Liga la que ha logrado que la del fútbol sea una industria en alza que da trabajo a casi 200.000 familias y mueve ya más del 1,3 por ciento del PIB. No, yo no estoy feliz. Estaría feliz si Rubiales y Tebas se tendieran la mano y llegaran a una solución negociada. Estaría feliz si a estas horas estuviéramos hablando de fichajes, de tácticas, de entrenadores, de las estrellas. Afortunadamente, el fútbol es tan maravilloso, que nada, ni siquiera las irresponsables actitudes de sus dirigentes, nos va a conseguir robar la ilusión.
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viernes, 9 de agosto de 2019
Rubiales no debería estar feliz
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